Milenio Hidalgo

Mi querido Carlos partió

- ELISA ALANÍS @elisaalani­s Facebook: Elisa-Alanís-Zurutuza

Un dos de marzo, para mí hace muy poco tiempo, naciste. Tu madre, Juanita, te abrazó y caminaron juntos. Fuiste luz para todas las personas que tuvimos el privilegio de estar cerca de ti.

Tu hermano mayor, José Luis, también era un niño tierno. Su voz se escuchaba con fuerza, mientras tus ojitos sonrientes llenaban el día a día. Los dos eran muy distintos, muy lindos.

Cuando nació José no fui a la escuela; esperé en la casa su llegada. Cuando tú naciste las tareas eran mayores, así que lo que me quedó fue apresurarm­e para conocerte.

Este sábado 27 de febrero se cumplió un año del primer caso de covid-19 en México, confirmado por las autoridade­s. Las vacunas para adultos mayores comenzaron a llegar y empezaron, poco a poco, a aplicarse. Falta menos, me repetía.

Tú ya habías pasado por la enfermedad al inicio de esta pesadilla. Sin embargo, el virus se ensañó, volvió y te arrancó, inclemente, de nuestro lado.

El sábado partiste. No sé qué sigue, Carlitos. Quiero definirte; explicar lo que representa­s; contar el bien que hiciste, discretame­nte, sin esperar nada a cambio. Ahoga el inmenso vacío de tu ausencia.

Quiero que el mundo sepa que no eres un número más. Cada noche, cuando en el noticiario informe sobre las heladas cifras, en silencio miraré tu risa, escucharé tu voz y repetiré tu nombre: Carlos Robles Vázquez. Y pensaré en los rostros que tanta y tanta gente quiere gritar.

Hoy cumplirías 36 años. Me pregunto, con desgarrado­ra impotencia, si pudimos haber hecho más.

Este viernes, en la videollama­da que, humanament­e, el personal médico del hospital te proporcion­ó, querías estar en familia. La muerte no se apiadó de tu juventud, de tu ser generoso, trabajador, alegre… Falleciste unas horas después, antes del amanecer. Parte de tus cenizas permanecer­án con tus abuelos, en Sola de Vega, Oaxaca. Otras navegarán las hermosas aguas, cerca de tu playa favorita, también en Oaxaca. Estarás con tus ancestros y donde la mirada no puede más: en el horizonte, en aquel lugar donde se unen el azul del cielo y del mar.

Y caminarás con los pies desnudos en la cálida arena de nuestros corazones, al mismo tiempo que vuelas libre, bueno, feliz, completo, amado, como siempre y por siempre. Espéranos con tu sonrisa, mi Carlitos querido.

Estarás en aquel lugar donde se unen el azul del cielo y del mar

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