Las purgas
Bastan dos ejemplos recientes para mostrar que López Obrador se ha instalado de lleno en la comodidad sin consecuencias de su autoritarismo, recurriendo al uso de la fuerza del Estado para golpear a sus críticos, percibidos por su inseguro narcisismo como enemigos. En un clarísimo doble rasero, la lealtad ignominiosa a su persona excusa las peores muestras de corrupción —como las de Manuel Bartlett, su hermano Pío o la maestra Delfina— y los desempeños más catastróficos —como el de López-Gatell o Sanjuana Martínez—, mientras que a sus críticos les deja caer con todo a las instituciones legales y policiales al servicio no de él, sino de su investidura.
El auditor David Colmenares mereció la ira presidencial al osar denunciar un quebranto demencial en las finanzas públicas: 332 mil millones de pesos pagados por la cancelación del NAICM. Y el agravio no paró allí: el gasto público de 2019 arroja más de 12 mil millones de pesos en irregularidades, sobre todo en los programas sociales del nuevo gobierno: Jóvenes Construyendo Futuro dice haber entregado 338 millones de pesos en efectivo a 61 mil beneficiarios sin comprobarlos. Sembrando Vida suma 609 millones de pesos sin acreditar. Los Servidores de la Nación faltan por comprobar 321 millones de pesos, así como 87 millones transferidos a tres cuentas bancarias “sin evidencia documental justificativa”. Y así todo lo demás. López Obrador no reaccionó como debe, es decir, sustentando sus actos de gobierno en cifras duras o información real, sino como suele: alegando tener “otros datos”, acusando a la ASF de “ponerse al servicio de sus adversarios” y culpando a los medios. Y le funcionó: en dos patadas Colmenares salió a disculparse diciendo que en la cifra final se incluyeron montos que no se han erogado aún —pero que, sin duda alguna, se van a cobrar—, y pasó a despedir fulminantemente al primer chivo expiatorio que pudo. No conforme con la mera humillación de Colmenares, AMLO instruyó desde su púlpito matutino a la Comisión de Vigilancia en la Cámara de Diputados a citarlo por su actuar “tendencioso”. Vamos a ver por cuánto tiempo permanece el auditor en su puesto, o siquiera libre.
Porque otro de sus críticos vocales, el gobernador de Tamaulipas, ya tiene un proceso de desafuero que puede llevarlo a la cárcel y que tiene feliz a un presidente que insiste quizá demasiado en que no tiene allí queveres. No que el norteño no se lo merezca; cuando en 2005 Francisco García Cabeza de Vaca era alcalde de Reynosa, permitió por años que Osiel Cárdenas Guillén repartiera juguetes del día del niño desde un parque municipal. Años después un informe de la DEA lo ubicaría reunido con El Chapo y García Luna en Baja California Sur. Pero Cabeza de Vaca no está pagando por eso, igual que a Salgado Macedonio nadie lo persigue por haberle entregado Acapulco a La Barbie.