Machismo nacionalista
Hay en este gobierno tantos escándalos que a la gente ya no le da tiempo de digerirlos. Quizás es ésta una estrategia para la impunidad; cometer tantos desmanes, decir tantas barbaridades, destruir el medio ambiente, ignorar de manera tan flagrante la ley, atacar a sus adversarios desde la tribuna más alta del país, que se termina por perder la capacidad de asombro y de indignación.
De esa manera, el desastre nacional se naturaliza. Uno nada más está esperando la siguiente declaración incorrecta, la nueva política pública desastrosa, o la ocurrencia de los legisladores o del presidente. Me parece que así pasó entre el “ya chole” y la declaración de que romper el pacto patriarcal es una idea “importada”. Que no se haya hecho todo un escándalo por eso es nada más resultado de que hay otros todavía más grandes. Pero me parece que pocas frases retratan mejor el conservadurismo intrínseco de López Obrador. La razón es doble. Por un lado, menospreciar la enorme lucha que está detrás de la idea de la necesaria ruptura del pacto patriarcal, lo cual refleja perfectamente el machismo del presidente de la República y, por el otro, atribuir este tipo de reivindicaciones a ideas extrañas que nos vienen del extranjero y que atentarían contra nuestra cultura e identidad nacional. Me recordó las muchas veces que la jerarquía católica en México denunció todas las ideas liberales y las políticas públicas de ese corte, como extrañas a nuestra nación y supuestamente orquestadas por los organismos internacionales. Así lo dijeron por ejemplo cuando el gobierno mexicano en 1974 estableció una política de planificación familiar. O en cualquiera de las ocasiones que gobiernos federales o locales han intentado introducir legislaciones o políticas públicas en defensa de los derechos de las mujeres o de las minorías sexuales. Lo mismo decían, por cierto, los ideólogos de los gobiernos militares sudamericanos cuando masacraban a sus oponentes: era para oponerse a esas ideas extranjerizantes liberales y socialistas que venían del extranjero y distorsionaban según ellos la naturaleza cristiana y conservadora de nuestros pueblos. El nacionalismo aislacionista de López Obrador considera igualmente (lo ha dicho) que los jóvenes que van a estudiar al extranjero nada más van a aprender malas mañas. Se le olvida que su gran modelo de gobernante, Francisco I. Madero, estudió en Estados Unidos y en Francia. AMLO probablemente ignora que el último libro que estaba leyendo Benito Juárez antes de morir era uno de Louis-Eugène Lerminier, Cours d’histoire des législations comparées, lo que seguramente alimentaba sus ideales liberales, importados por supuesto. Y ni hablar de las lecturas ilustradas del cura Hidalgo, que le hicieron pensar en la necesidad de la independencia.
Así que “romper el pacto patriarcal” para López Obrador no es más que otra de esas ideas extranjerizantes, que nada tienen que hacer ante nuestra tradicional cultura tan respetuosa de las mujeres, con ese lugar tan especial para las abnegadas madres y esposas, a las que ahora hay que agregar las abnegadas integrantes de su gabinete. Es una postura machista, pero eso sí, muy nacionalista.
A AMLO se le olvida que su modelo de gobernante, Francisco I. Madero, estudió en EU y Francia