Realidad literaria
En días recientes estuve revisando para un curso textos de Vivian Gornick, Orwell, Henry Miller y Artaud sobre el oficio de escribir. Desde posturas muy diversas, parecerían coincidir en un par de características inseparables de la escritura: que obedece al menos parcialmente a una especie de inadecuación tanto interna como externa, por lo que el acto de escribir sería un intento (condenado de antemano al fracaso) por subsanarla. Y otro rasgo postulado en común es que la voz narrativa no es equivalente a la voz de quien escribe, algo similar a lo que formuló Nietzsche en La genealogía de la moral cuando afirma que si Goethe y Homero hubieran sido Fausto y Aquiles, respectivamente, hubieran justamente sido, y no escrito sobre ellos. En el caso de Gornick, relata que para poder escribir el libro donde detalla la turbulenta relación con su madre, Apegos feroces, tuvo que crear un falso self narrativo que le permitiera la distancia justa para relatar una relación tan conflictiva, pues si quisiera escribirlo desde su propia perspectiva, estaría tan inmersa en una maraña de sentimientos contradictorios que le habría resultado imposible.
Resulta interesante considerar cómo pudiera modificarse el oficio a partir de los cambios en las distintas épocas, pues por ejemplo respecto al segundo de los postulados, en la actualidad se observa una tendencia hacia narrativas con registros sumamente realistas, ya sea en cuanto a retratar los temas más urgentes de la actualidad o, en lo relativo a la prevalente literatura autobiográfica, lo que prima es un tono minuciosamente confesional (quizá llevado a su mayor límite por Karl Ove Knausgaard), donde se expone a los lectores con el mayor detalle posible aquello en lo que consiste la vida y mente de quien escribe. En cambio, por ejemplo en el caso de Orwell y su clásica crónica “Matar un elefante”, donde narra un hecho sucedido mientras era policía del Imperio Británico en Birmania, de nuevo Gornick, en The Situation and the Story, explica cómo gran parte de la eficacia narrativa del texto reside en que Orwell consiguió moderar hasta cierto punto sus “verdaderos” sentimientos respecto al imperio del cual era gendarme, con lo cual consigue una distancia que lo aleja de un tono excesivamente centrado en dichos sentimientos, o que terminara por devenir un ejercicio panfletario.
En el fondo quizá lo que permanece constante es la inadecuación que da origen al acto de escribir, y que son los distintos registros ya sea de la realidad o de las narrativas sistémicas de cada época lo que produce que dicha inadecuación se exprese a través de distintas tendencias o incluso modas literarias. En una época obsesionada con volver público prácticamente cualquier resquicio perteneciente a los espacios privados, quizá tanto la imaginación que no se pliega a la realidad, como un falso self literario a partir del cual se narra constituyen afrentas a la demanda del incesante compartir, por lo que en vez de imaginar realidades alternas, nos ocupamos más bien de entregarnos plenamente a aquella en la que habitamos de manera cotidiana.
En la actualidad se observa una tendencia hacia narrativas con registros sumamente realistas