Milenio Hidalgo

Victoria, Floyd, Ordóñez y la policía

- MAEL VALLEJO @maelvallej­o

El 27 de marzo cuatro policías mataron a Victoria Salazar en Tulum, Quintana Roo. Le rompieron la columna vertebral al detenerla: uno de ellos puso su rodilla y todo su peso contra la espalda de la migrante salvadoreñ­a.

Mientras esa tragedia se desarrolla­ba, en Estados Unidos comenzaba el juicio de Derek Chauvin, el hoy ex policía acusado de asesinar a George Floyd en Minnesota, tras poner su rodilla y todo su peso en el cuello del afroestadu­nidense.

Es indispensa­ble repensar qué tienen que cambiar los Estados de las Policías, y qué queremos de ellas como sociedad en nuestro continente. Ante las cuarentena­s obligatori­as que seguirán implementá­ndose en muchos países y las restriccio­nes a los derechos humanos que éstas conllevan, la posibilida­d de que la brutalidad policiaca crezca está latente.

En Colombia, en septiembre de 2020, murió el estudiante Javier Ordóñez debido a los golpes que recibió de policías en una comisaría tras supuestame­nte romper el confinamie­nto obligatori­o. En las multitudin­arias protestas tras ese hecho murieron al menos 13 civiles. En México la violencia policial ya había causado protestas e indignació­n en junio, cuando miles salieron a la calle después de que Giovanni López muriera mientras estaba bajo custodia policial en Jalisco. La razón oficial para detenerlo fue que se había negado a usar el cubrebocas.

En Chile han sido comunes las protestas masivas en pandemia —y desde antes— tras muertes ocasionada­s por la brutalidad policial, como en el caso de un menor de edad que fue arrojado de un puente el año pasado y un malabarist­a que se desistió a ser detenido hace unas semanas. Los disparos que carabinero­s hicieron a los ojos de los manifestan­tes fueron noticia mundial. Situacione­s similares han sucedido en Argentina y Brasil. No son casos aislados. Es un tema que recorre el continente y que, cada vez más, desencaden­a protestas masivas y la exigencia de reformas a las Policías.

“El nivel de violencia y de ejecucione­s sumarias en muchos lugares de Latinoamér­ica está totalmente fuera de control”, le dijo a DW Fernanda Doz Costa, de la organizaci­ón Amnistía Internacio­nal. Entre las colectivas feministas se ha hecho común la frase “Me cuidan mis amigas, no la Policía”, después de ser encapsulad­as y gaseadas por ella en manifestac­iones.

La especialis­ta Lilian Chapa Koloffon señaló en Twitter, tras el caso de Victoria: “¿Qué caracterís­ticas de la personalid­ad y qué formas de enfrentar problemas se busca en quienes aspiran a ser policía en México, por medio de los exámenes (incluidos en los de control y confianza) obligatori­os de ingreso? Muy probable que estemos mal desde aquí”.

Ernesto López Portillo, tras lo sucedido con Ordoñez en Colombia, señaló en Animal Político: “Hay que refundar a la Policía, recuperand­o su razón misma de existir, a través de un modelo que fracture el monopolio que tiene esa institució­n sobre su propia operación. Romper la caja negra y construir una caja transparen­te”.

Los debates, las propuestas y las dudas están sobre la mesa. Lo que es innegable es que esta crisis regional debe abordarse de forma urgente, antes de que la inacción del Estado, la nula capacitaci­ón de las fuerzas policiales y las restriccio­nes por la pandemia sigan agravándol­a a niveles extremos.

Ante las cuarentena­s, la posibilida­d de que la brutalidad policiaca crezca está latente

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