Milenio Hidalgo

“No hay leyes ni contratos perfectos, pero sí un eje ético”

- Patricia Armendáriz

La dimensión de la discusión alrededor de la Ley de la Industria Eléctrica (LIE) está dada por el alto nivel de ambigüedad en sus textos, comenzando con el que sostiene que la generación y comerciali­zación de la energía eléctrica se prestan en un régimen de libre competenci­a, pero en la misma dicta Reglas de Mercado(!). En este contexto un jugador, la CFE, está pidiendo cambiar una de estas reglas que le impide competir porque la regla establece que el oferente con el menor costo variable lleva prioridad en vender su producto; otros jugadores privados defienden esa regla para favorecer tecnología­s limpias, compromiso también incluido en la LIE.

En otra instancia, se respeta la figura de autoabaste­cimiento de energía generado por privados, considerad­a en leyes originales, pero que fue variando en su concepto para permitir sociedades de autoabasto sin que se defina claramente la estructura de estas sociedades para no ser usadas para generar mercados paralelos, y en algunas instancias disfrutand­o de exenciones de costos que tampoco son de mercado.

No existen leyes ni contratos perfectos, y siempre hay lugar para interpreta­rlas a convenienc­ia. Un eje ético para salir de éste desgastant­e laberinto es acudir a los subyacente­s de la discusión, que son la defensa de lo público contra la defensa de lo privado, ambas legítimas por naturaleza. Mientras venimos de un régimen donde la sabiduría convencion­al era que priorizar el patrimonio privado por encima del patrimonio público derivaría a la “larga” en el fortalecim­iento del bien público, por lo cual casi todas las empresas públicas fueron privatizad­as, esa “larga” nunca llegó y el nuevo régimen arranca desde la protección histórica de una apuesta fallida, con un diezmado patrimonio público que nos toca a todos contribuir para su reconstruc­ción en un nuevo intento de desarrollo nacional; porque al final de cuentas un hueco generado por empresas públicas que pierden dinero por apuestas fallidas, mismas que dictan su superviven­cia como públicas, termina en costos públicos de ma yor deuda o mayores impuestos. El tejido de su reconstruc­ción sin lastimar lo privado es difícil, pero no imposible si se hace en conjunto, donde entonces no cabe la confrontac­ión.

Siempre hay lugar para interpreta­r las leyes a convenienc­ia

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