Credibilidad
No es necesario insistir en la relevancia del proceso electoral del próximo 6 de junio. Está en juego la fortaleza política y, por tanto, el futuro de AMLO y la 4T. De ser positivo el resultado para el Presidente, las consecuencias para el país serán devastadoras. La radicalización de López Obrador a la que me referí en mi artículo del 10 de marzo tiene en la mira someter a los pocos contrapesos institucionales que le quedan (Poder Judicial y Estado de derecho, INE, INAI, ASF) lo que significaría, un golpe mortal a la democracia. Y en materia económica, de seguir aplicando “la rectoría del Estado” a más sectores económicos, el desastre del aparato productivo será mayúsculo y, por tanto, la pérdida de riqueza y empleos provocarán un sufrimiento desmedido a los mexicanos. Recuperarse de la nueva pobreza nos podrá llevar décadas.
Morena tiene la mayor proporción de preferencias electorales en todas las encuestas. Su promedio, según Oraculus, es de 42 por ciento. Sin embargo, si ese dato se hiciera realidad, el Presidente tendría la mayoría simple (lo que le permitirá aprobar leyes a su antojo), pero no la mayoría calificada (al menos no por la vía legal) lo que le impediría modificar la Constitución. Sin embargo, la elección tenderá a cerrarse y será muy competida.
El reto para la oposición es arrebatarle la mayoría simple. En tiempos “normales” ello no debiera ser difícil ni improbable. La mala situación del país, el pésimo desempeño gubernamental en áreas como la pandemia, la seguridad, la economía y el enorme descontento de grandes sectores de la población debieran ser factores suficientes para facilitar una derrota del oficialismo. Sin embargo, estos no son tiempos normales.
Apunto algunos factores de los nuevos tiempos políticos: una polarización política pocas veces vista; un descrédito de la razón e incluso de la verdad en el discurso político (cuántas miles de mentiras ha dicho AMLO en las mañaneras) acompañado de la confusión producida por la abundancia de información-desinformación y de odios esparcidos en las redes sociales; el desprestigio mayúsculo de los partidos y su desdibujamiento ideológico y programático que generan apatía y desprestigian a la política y la democracia; la devoción, más allá de toda racionalidad, por el líder populista; la preocupante ausencia de liderazgos nuevos en todos los partidos.
En esa maraña de situaciones antiguas y nuevas, tratar de dilucidar cuáles serán los factores racionales y emocionales que determinarán las intenciones de voto de los ciudadanos se antoja como una tarea titánica. Es muy probable que el discurso negativo –el que señale el desastre que ha generado la 4T—no baste. AMLO y Morena alegarán que los daños del neoliberalismo provocados por el “PRIAN” fueron mayores. Es ya verdad de Perogrullo que la gente quiere creer en algo y que las ofertas de qué cambiar y cómo hacerlo son indispensables pero insuficientes. La pregunta clave que debe responder la oposición para poder convencer el 6 de junio es la siguiente. Si la mayoría de los mexicanos les dio la espalda en 2018, ¿por qué les van a creer ahora? ¿Qué han hecho para ganarse la credibilidad de los ciudadanos? Las respuestas a esas preguntas –ojalá y las encuentren— deberían ser la base de sus estrategias comunicativas para poder ganar. Credibilidad. Tan simple y complejo a la vez.
El 6 de junio está en juego la fortaleza política y, por tanto, el futuro de AMLO y la 4T