Condición humana
Hannah Arendt describe en su libro La condición humana los espacios públicos como “espacios de aparición”, sitios donde la visibilidad común entre actores sociales los empodera micropolíticamente, para que sean capaces de actuar de modo democrático y horizontal sobre las condiciones de opresión que los regímenes totalitarios ejercen sobre ellos, como individuos organizándose entre sí. A pesar del control policial que las autoridades aplican sobre las actividades de los ciudadanos en los espacios como las calles, plazas y parques, éstos continúan siendo espacios de relativa libertad e igualdad, incluso hoy en día, en que las tecnologías de la videovigilancia y el análisis automatizado de datos han llegado hasta extremos impensables hace 63 años, cuando el libro fue escrito.
La lectura de Kenneth Frampton hace hincapié en la dicotomía entre labor y trabajo, establecida por Arendt, en la cual la labor corresponde a la actividad biológica cotidiana y repetitiva de la condición humana, cuya finalidad es la supervivencia. Mientras que Arendt alude al trabajo como la creación de las obras humanas artificiales y mundanas, las cuales se realizan con la expectativa de transcendencia de su propio tiempo de vida, entre las que se encuentra la arquitectura.
Ambos aspectos generales de la condición humana moderna afectan inevitablemente a los arquitectos, sea por su participación en el diseño del espacio urbano, tanto como su papel como creadores de edificios con intenciones permanentes. La arquitectura, ese “testigo inso
bornable de la historia” según Octavio Paz, representa los valores e ideas de su tiempo y simultáneamente su resistencia a la cultura dominante, cuando ha sido realizada con un espíritu crítico e inconformista.