“Como en Beirut: ningún político asume lo que le corresponde”
Cuando a mediados del año pasado me preguntaban sobre responsabilidades en la explosión que destruyó parte de Beirut, los nombres importaban tanto como el fenómeno que los sigue cobijando. Son el mismo. Son el vacío de lo ético que aprovecha la dificultadpara reglamentar la dignidad y pasarla por alto. Los responsables de la tragedia son personas y apellidos, también, el sistema endogámico al que se debe cada una de ellas.
Como la explosión en Beirut, la tragedia del metro en la Ciudad de México es constancia de la disfuncionalidad y el abandono del Estado, hasta transformarlo en estado de catástrofe.
El país se acostumbró a la indiferencia de sus responsables y se resiste a distinguir la responsabilidad de la culpa. Lo ético de lo judicial. Todo funcionario público tiene responsabilidad política sobre lo que está a su cargo. Esa no necesita de peritajes. Solo para el determinismo se mueren los que estaban destinados, así no hay ninguna responsabilidad en el acto de gobernarlos.
El México libanizado es el del caos donde unos aseguran que su desorden resolverá el desorden previo; la Ciudad de México beirutizada atestigua su tragedia sin que existan responsables políticos: funcionarios negados a entender la ética como la relación con el ciudadano. Una relación de responsabilidad que hace al otro razón de exigencia.
Las responsabilidades políticas no son accesorios a la marcha, son la posibilidad o no de esa marcha. Cuando hay voluntad política para resolver el desastre, los funcionarios se retiran para evitar dudas yasumir la vergüenza como costo político ante su incompetencia para evitar la muerte.
La voluntad política sirve para llevar las palabras a los hechos, acorde a la circunstancia; y alejar los dichos del limbo donde la retórica disfraza la realidad. Aquí, la espiral de la indiferencia sigue sin dar responsables políticos para el centenar de muertos en Tlahuelilpan, tampoco hay responsable político para los muertos de la enfermedad.
Sin voluntad política, la permanencia de funcionarios es la administración de la apariencia. Expresión de un sistema y gobiernos que transitan de una crisis a la otra sin que nada los altere y sólo esperan la calma de la tormenta.
Todo funcionario público tiene responsabilidad política sobre lo que está a su cargo