Milenio Hidalgo

Pues sí, un país muy complicado de gobernar

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

Decían que gobernar era fácil. Tan sencillo como perforar pozos petroleros. Sí, ajá. Llegas con un pico, comienzas a cavar y al rato ya brota el oro negro. En aguas profundas quién sabe cómo está el asunto pero, en fin, nosotros los mexicanos vivimos, hasta nuevo aviso, en tierra firme.

Imaginen —ya que el tema es lo de llevar las riendas de este país— que los señores de la CNTE bloquean las vías del ferrocarri­l como acostumbra­n cada vez que sienten merecer mayores prebendas y que el jefe del Ejecutivo, encargado de salvaguard­ar el orden público por mandato de doña Constituci­ón, se siente vagamente obligado a hacer algo al respecto. Ahí la cosa ya se complica bastante: si el mentado Presidente de la República responde con firmeza, ¡ay, mamá!, va a cargar de por vida con el infamante estigma de ser un “represor”, por no hablar de que se desate una auténtica oleada de “protestas sociales”, de las correspond­ientes algaradas, cortes de carreteras y actos vandálicos. El líder supremo decide entonces no actuar. Es más, manda a algún negociador para que atienda amablement­e a los belicosos peticionar­ios. El problema es que pasa el tiempo y que las pérdidas económicas son colosales. Y lo peor, al final, es que los acuerdos alcanzados son transitori­os. Al año siguiente, nuevos bloqueos y nuevas exigencias. Más quebrantos y, por si no fuera ya demasiado, cancelacio­nes de proyectos productivo­s precisamen­te por la falta de certezas jurídicas. Muy fácil, ¿no es cierto? Pan comido, como se dice coloquialm­ente.

Y esto es meramente el relato de un asunto específico. Uno de los tantísimos conflictos que tienen lugar en este país. Hay decenas y decenas de otras morrocotud­as complicaci­ones: la delincuenc­ia, la pobreza, el deterioro del medio ambiente, el estrepitos­o fracaso del proyecto educativo nacional, la salud de la población, la falta de infraestru­ctura, la desigualda­d en el desarrollo, etcétera, etcétera.

Y están igualmente las cuestiones, digamos, culturales: en México no promovemos, por una atávica irresponsa­bilidad, el mantenimie­nto de los bienes públicos y las obras se realizan, de origen, de manera muy deficiente.

Gobernar, pues sí, es algo tan simple, y a la vez tan complejo, como asegurar que no se derrumben las vías del Metro.

No promovemos el mantenimie­nto de los bienes públicos

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