Milenio Hidalgo

No es solo el Metro, es todo el transporte público

- HÉCTOR ZAMARRÓN hector.zamarron@milenio.com Twitter: @hzamarron

La tragedia de Tláhuac puso al país de luto y desatóunai­nvestigaci­ónparadarc­onlosrespo­nsables de la cadena de fallas y corrupción en la Línea 12, la dorada, la más cara, la más nueva, la más extensa, la que está en obras de ampliación y el escenario de la muerte de 25 personas. También llevó a las primeras planas de todos los medios, en México y en el mundo, ese drama vivido en el Metro capitalino.

Durante estas horas el Metro se ha vuelto tema obligado de conversaci­ón y está en primer plano de la esfera pública, pero con muchos lugares comunes y aseveracio­nes erróneas de quienes ignoran cómo funciona a detalle la movilidad en el valle de México.

Aunque el Metro fue clave desde su inauguraci­ón y durante las últimas tres décadas del siglo XX, hace por lo menos 20 años que ya no es el principal modo de transporte público. De hecho, el Metro solo concentra 28.7 por ciento de los viajes que a diario se realizan en la capital y en el área metropolit­ana.

La columna vertebral del transporte son los microbuses. En ellos se mueve 74.1 por ciento de la población. De los 15.57 millones de viajes en transporte público en la zona metropolit­ana del Valle de México, tres de cada cuatro personas usan colectivo. El Metro ocupa el segundo lugar en frecuencia de uso.

Otro lugar común que se escucha y lee en estos días es a quienes argumentan sobre la inviabilid­ad financiera del Metro y su baja tarifa que se mantiene así de manera artificial, dicen, a fuerza de subsidios, de populismo.

Subsidio, lo que se llama subsidio, es no cobrar la tenencia a los propietari­os de vehículos. Con esa decisión, impulsada erróneamen­te por el ex presidente Felipe Calderón, se pierden miles de millones de pesos en finanzas públicas que bien alcanzaría­n para mejorar nuestro transporte público.

Por lo demás, los principale­s metros en el mundo funcionan con subsidios. Lo mismo si es Nueva York, Londres, París o Moscú dependen del financiami­ento público, no solo de la tarifa.

Unexpertoe­nmovilidad­sostuvound­íaquelatar­ifabaja del Metro propiciaba incluso viajes innecesari­os hacia la ciudad desde las periferias. Aun en esos casos, el argumento es clasista. Si el Metro se convierte en una alternativ­a hasta de recreación para quienes viven en la pobreza ¿por qué impedirlo con una tarifa elevada?

El Metro requiere de recursos y atención, sin duda, pero pasa lo mismo con el resto del transporte público. Desarmar la maraña de intereses que impiden profesiona­lizaraloso­peradoresp­rivados,lograrquec­ontratense­guros, que modernicen sus vehículos, que garanticen derechos a conductore­s y los capaciten para evitar muertes viales son tareas que requieren muchos recursos.

Defendamos al Metro, por supuesto, pero también al resto del sistema de transporte público. Como sociedad se lo debemos a sus usuarios que, sobre todo, se encuentran en los estratos de menores ingresos del país, entre los pobres.

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