Milenio Hidalgo

Qué bueno que sigan las evaluacion­es PISA

- JULIO SERRANO ESPINOSA juliose28@hotmail.com

No sé si López Obrador cambió de opinión o si nunca consideró cancelarla­s, pero las evaluacion­es educativas internacio­nales PISA siguen en pie. De cualquier manera, son buenas noticias.

El Imco reveló hace unos días que el gobierno pensaba retirarse de PISA. La reacción fue feroz. Organizaci­ón civiles y medios de comunicaci­ón criticaron la posible decisión. Al final, la presión parece haber funcionado. Resulta que las pruebas sí se realizarán, solo que con un año de retraso, en 2022. Me alegro. Haberlas abandonado habría sido un terrible error.

México ha participad­o en PISA desde sus inicios en 2000. Decenas de países son evaluados cada tres años (se anticipa que para la edición actual sumen cerca de noventa) y nunca ha habido un abandono. Hubiéramos sido los primeros. El daño a nuestra imagen a escala mundial habría sido significat­ivo. Se hubiera mandado una señal de aislamient­o, de querer esconder nuestros problemas.

Peor aún, nos habría dejado sin un valioso termómetro de la calidad de la educación en México relativa a la de otros países. Como sabemos, no se puede mejorar lo que no se puede medir. ¿Cómo diseñar políticas efectivas si no sabemos cómo vamos? Con su contrarref­orma, López Obrador canceló las evaluacion­es a los maestros e incluso eliminó al Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación. Quedan pocas maneras de saber si nuestros hijos están siendo bien educados y PISA es una de las más relevantes.

El Programa Internacio­nal de Evaluación de Alumnos (PISA) mide el desempeño de estudiante­s de 15 años en matemática­s, lectura y ciencia. Debido a que los criterios son similares en todos los países quesee valúan, los resultados sirven para comparar el nivel académico de jóvenes de todo el mundo. Saber qué tan bien preparadas están las nuevas generacion­es respecto a las de otros países nos ayuda a medir nuestro potencial competitiv­o futuro.

PISA también es un valioso instrument­o para medir cómo ha cambiado la calidad de la educación nacional a través del tiempo gracias a que se aplica de manera constante desde hace dos décadas. Los resultados no son alentadore­s. Los avances han sido mínimos.

Saber dónde estamos parados en relación con otros países y nuestra evolución es precisamen­te la razón por la que necesitamo­s mantener PISA y, por fortuna, López Obrador estuvo de acuerdo. No debió ser fácil. Por lo general, al Presidente no le gustan los datos independie­ntes negativos, y menos si provienen de agencias internacio­nales como la OCDE, quien se encarga de organizar la prueba. Por eso hay que aplaudir la decisión.

Las perspectiv­as para la evaluación de 2022 no son positivas. Tras abandonar la refo rma educativa y después de más de un año de clases remotas por culpa de la pandemia, se anticipaqu­enuestrode­sempeñoser­ámuydefici­ente. Aun así, es mejor estar consciente­s de nuestra situación que ponerle un velo a la realidad.

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