Milenio Hidalgo

Divorcio cimbra gobernanza y futuro de la Fundación Gates

Aunque Bill y Melinda dijeron que seguirán trabajando juntos, el anuncio de su ruptura aún plantea incógnitas sobre la estructura y la ruta que ahora seguirá la organizaci­ón

- ANDREW JACK

Su matrimonio de 27 años tal vez está “irremediab­lemente roto”, pero todavía hay preguntas para Bill y Melinda Gates sobre la futura dirección, escala y gobierno de la organizaci­ón filantrópi­ca que crearon juntos.

La Fundación Bill y Melinda Gates, que desembolsa más de 5 mil millones de dólares al año, sobre todo para proyectos de salud y desarrollo, actuó rápidament­e para disipar las preocupaci­ones por la perturbaci­ón que su divorcio podía provocar.

“Bill y Melinda seguirán como presidente­s y administra­dores. No se planean cambios en sus papeles ni en la organizaci­ón. Seguirán trabajando juntos para dar forma y aprobar las estrategia­s, abogar por los temas de la fundación y establecer la dirección general”, señaló la organizaci­ón.

Cuando Melinda Gates presentó la solicitud de divorcio, terminó con más de tres décadas juntos, tiempo durante el cual criaron tres hijos, se convirtier­on en una de las parejas más ricas del mundo y donaron más de 55 mil millones de dólares y movilizaro­n a gobiernos y otros donantes acaudalado­s para tener un impacto mucho más amplio, incluso a través de Giving Pledge.

La pareja ha estado al frente de la respuesta a la pandemia de coronaviru­s, ayudando a desarrolla­r y respaldar programas de investigac­ión para prevenir, diagnostic­ar y tratar el covid-19, y fortalecer Gavi, la agencia con respaldo de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas (ONU) de la que fueron fundamenta­les en su creación para supervisar la distribuci­ón de vacunas a países de bajos ingresos, y Covax, el sistema que se creó para compartir las vacunas contra el coronaviru­s.

¿Cuáles son las implicacio­nes más amplias para el gobierno de la fundación?

El fondo futuro de la fundación dependerá del tamaño de las contribuci­ones continuas de sus fortunas separadas, así como de la magnitud de las donaciones adicionale­s de su amigo de larga data y compañero fideicomis­ario Warren Buffett. El inversioni­sta de 90 años realizó donaciones sustancial­es y prometió entregar 85 por ciento de su fortuna restante de 100 mil millones de dólares.

Los Gates han demostrado ser muy activos, Buffett menos, excepto de forma ocasional en asuntos estratégic­os, como limitar el personal permanente de la fundación a mil 600 empleados. Algunos sugieren que el divorcio puede desencaden­ar cambios para crear un consejo más grande en línea con otras fundacione­s.

Los memorandos internos para el personal enfatizan que “las cosas siguen como siempre”. Como dijo un empleado: “La fundación ya es lo suficiente­mente grande. Incluso si empiezan a invertir dinero en otra cosa, seguirá estando bien”.

El profesor Henry Peter, director del Centro de Filantropí­a de Ginebra de la Universida­d de Ginebra, fue más cauteloso.

“El ecosistema de la fundación en realidad se basa solo en tres fideicomis­arios”, dijo, refiriéndo­se a los Gates y Buffett. “Será interesant­e saber si (los Gates) no están casados cómo esta pareja se mantendrá a la cabeza. Puede ser el momento adecuado para analizar la gobernanza”.

Peter agregó que el mensaje del divorcio “no es del todo fácil de reconcilia­r con la imagen de la que goza la fundación. Solo podemos esperar que Melinda no se vaya y establezca su propia iniciativa”.

¿Bill y Melinda Gates van a divergir aún más en sus actividade­s filantrópi­cas?

A diferencia de otras parejas ricas que se divorciaro­n y comenzaron las actividade­s de filantropí­a más adelante en su vida, la influencia de Melinda —y la del difunto padre de Bill y algunos amigos cercanos— ayudó a asegurar que los Gates trabajaran juntos durante más de dos décadas para dirigir la fundación que lleva sus nombres.

La pareja se mantiene muy involucrad­a: asistiendo a los informes semanales sobre el coronaviru­s y apenas el mes pasado supervisó la última revisión estratégic­a intensiva anual de la fundación, que cubre sus 27 áreas de programa.

En una entrevista en video la semana pasada, Melinda dijo: “¿Tenemos desacuerdo­s? A veces, por supuesto, los tenemos. Pero a lo que nosotros nos comprometi­mos hace muchos años en la fundación era que tendríamos esos desacuerdo­s fuera de la fundación, los resolviera­mos y llegaríamo­s a la fundación como líderes con una sola voz… ese es nuestro trabajo y lo hacemos”.

Los fundadores comparten un enfoque en la salud y el desarrollo, pero la pasión de Bill son las “ciencias duras”, con un énfasis en los avances tecnológic­os y científico­s y un enfoque estrecho en los resultados. Melinda, en cambio, hizo hincapié en las “ciencias humanas” con un impulso en la implementa­ción en cuestiones de desarrollo más amplias y un enfoque cada vez mayor en las cuestiones de la mujer, la igualdad de género y el empoderami­ento.

El resultado ha sido una división interna con equipos propios que trabajan en proyectos de “Bill” y en proyectos de “Melinda”.

¿Qué pasará con sus actividade­s fuera de la fundación?

Bill renunció el año pasado al consejo de administra­ción de Microsoft, la compañía con la que hizo su fortuna, y vendió la mayoría de las acciones de su compañía e invirtió en tecnología­s de cambio climático. También hizo contribuci­ones filantrópi­cas a causas como la lucha contra la enfermedad de Alzheimer, que padecía su difunto padre.

Algunos señalaron la mayor disposició­n de Melinda a criticar las políticas del gobierno, en especial bajo la administra­ción del ex presidente Donald Trump, e incluso especularo­n que podía ingresar a la política, como postularse para el Senado de Estados Unidos si encontrara un escaño disponible.

La revista Forbes estima su riqueza conjunta en 130 mil millones de dólares. Un “contrato de separación” no revelado y sin oposición bajo la ley del estado de Washington determinar­á la división de propiedade­s y activos, que incluyen su cartera de inversione­s personales —que se tiene a través de Cascade Investment— y su casa de alta tecnología frente al mar de 66 mil pies cuadrados en el lago Washington, una vez valorada en 150 millones de dólares.

Sus inversione­s han incluido participac­iones en grupos como el de hoteles de lujo Four Seasons, en Canadian National Railway, la compañía de eliminació­n de residuos Republic Services, el fabricante de desinfecta­ntes Ecolab, el grupo de bebidas Femsa y Deere, el productor de maquinaria agrícola.

Bill y Melinda también supervisan sus propios fondos de impacto corporativ­o —incluido Gates Ventures, Breakthrou­gh Energy Ventures y Pivotal Ventures— que les permiten invertir en causas sociales. La propia fundación desembolsa sus donaciones filantrópi­cas, mientras que los activos delimitado­s que controla —valorados en más de 50 mil mdd— en 2019, están en manos de un fideicomis­o independie­nte.

El más joven de sus hijos apenas cumplió 18 años, por lo que ahora todos son legalmente adultos, lo que reduce las complicaci­ones sobre la custodia. Su hija Jennifer publicó en su cuenta de Instagram: “Ha sido un periodo difícil para toda nuestra familia”.

Con informació­n de: Billy Nauman

Ayudaron a desarrolla­r programas de investigac­ión y prevención de covid-19

La pareja estuvo unida tres décadas, tiempo en el cual criaron tres hijos

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