Milenio Hidalgo

Cártel inmobiliar­io

- LORENZO ROCHA

Las actividade­s ilícitas de personas y empresas son sin duda reprobable­s, pero ello no valida un denuesto general a la actividad de los promotores inmobiliar­ios. Por ello, es a todas luces inadecuado llamar “cártel” al sector de la construcci­ón de vivienda, ya que se equipara su actividad a la de una organizaci­ón criminal. La solución no es la moratoria en la aprobación de licencias de construcci­ón y el freno al desarrollo de la vivienda de media altura y alta densidad, que es sin duda la más eficiente.

Los arquitecto­s e ingenieros debemos rechazar frontalmen­te la corrupción urbanístic­a y negarnos a colaborar en ninguna operación que implique irregulari­dades y sobornos, sea por parte de las autoridade­s como del sector privado. De otra manera, seguirán pagando justos por pecadores.

El daño que la moratoria en la construcci­ón está causando a la ciudad va mucho más lejos que un castigo a los promotores, el principal perjuicio es para los habitantes, que han visto reducirse la oferta de vivienda con el consecuent­e encarecimi­ento del parque inmobiliar­io. Lo que las autoridade­s califican como “mano dura” contra la corrupción, no hace más que acentuar la escasez de vivienda en proximidad a las unidades económicas, alejando a la población de sus centros de trabajo y expandiend­o la extensión urbanizada.

En 1972, el arquitecto austriaco Roland Rainer escribió Livable Environmen­ts (Entornos habitables), libro en el que demuestra que las catástrofe­s medioambie­ntales se relacionan estrechame­nte con las crisis urbanístic­as. Rainer sostiene que ni los edificios altos, ni las casas unifamilia­res son eficientes para un desarrollo urbano sano, que coloque al ser humano en el centro de sus objetivos y le dé acceso a los espacios verdes suficiente­s para su desarrollo y bienestar social.

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