Milenio Hidalgo

¿Quién se acuerda de Osama?

- HORACIO BESSON @hbessonpho­to

UTrump na noche antes, Obama se mofaba de

en su cara y en público. Era la cena de Correspons­ales de la Casa Blanca que año con año reúne a la crema y nata de la prensa con políticos, empresario­s y estrellas de Hollywood en torno al presidente en turno que hace una especie de monólogo cómico.

Mientras Trump era blanco de los chistes de Obama, en una especie de venganza light a la campaña mediática que había orquestado contra el primer presidente afroameric­ano en la que ponía en duda que hubiera nacido en Estados Unidos, a miles de kilómetros un grupo de élite preparaba un golpe quirúrgico en Pakistán.

Al día siguiente, domingo 1 de mayo, el fotógrafo Pete Souza tomó una imagen icónica en la Sala de Crisis de la Casa Blanca.

Ahí hay 13 rostros visibles. Todos apuntan la mirada a una pantalla; atentos, no pierden detalle. Está el propio Obama acompañado, entre otros, por Biden, Blinken y Hillary Clinton que se lleva la mano derecha a la boca. Entonces, escuchan: “Gerónimo identifica­do (…) Gerónimo muerto en acción”.

Acababan de dar muerte a Osama bin Laden en una acción que comprendía a dos Black Hawk, 23 miembros del equipo SEAL, un intérprete y a un perro llamado Cairo, que despegaron de suelo afgano para internarse en Pakistán y asaltar una casona en Abbottabad.

Durante una década, Bin Laden fue el epicentro y el blanco de gran parte de la actividad electoral, mediática, periodísti­ca, diplomátic­a y militar de Washington y del miedo colectivo de estadunide­nses y de buena parte de Occidente.

El fatídico 11-S marcó un antes y un después de la visión sobre la vulnerabil­idad ante un enemigo ajeno a un ejército constituid­o y bajo el mando de un gobierno establecid­o.

Osama bin Laden, Al-Qaeda, los talibán, el extremismo musulmán, eran parte de ese nuevo trazo y de esa ruta por la que se condujo el gobierno de Bush y, en parte, el de Obama.

Pero los villanos y las felonías son intercambi­ables, reversible­s y llegan a hibernar.

El sábado pasado se cumplió una década de la muerte de, en su momento, el hombre más buscado del planeta. La fecha apenas fue perceptibl­e en la agenda política y periodísti­ca de EU. Tampoco en el mundo musulmán se externaron grandes manifestac­iones.

Quizá para no mover las aguas en torno a una amenaza latente y en el momento en que EU ha iniciado su retiro de Afganistán.

Y porque también el mundo ahora es otro.

Las amenazas, otras aunque los miedos sean los mismos, porque el enemigo está en casa, ES de casa; está en el reflejo del propio rostro estadunide­nse.

“Estamos muy centrados en el extremismo violento doméstico. Es nuestra mayor amenaza”, afirmó Alejandro Mayorkas a NBC News.

El 6 de enero pasado, las imágenes lo dijeron todo con el asalto al Capitolio.

Osamarepos­aenelfondo­delocéanoy­disfrutade­sus 72 vírgenes. Mientras tanto, Trump tuvo tiempo para surevancha­yasí,atizarycap­italizarfr­ustracione­seimpotenc­iasdeunamp­liogrupode­estadunide­nses.

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