Latinoamericanos infectados de socialismo
El sistema capitalista no es perfecto. Sus más incondicionales y fervientes adeptos ensalzan la figura de los emprendedores pero esos individuos, muchas veces, son descarnadamente inescrupulosos; no es tampoco un modelo sustentado en la justicia sino propulsado por la ganancia, es decir, el enriquecimiento; y, finalmente, la consagración del empresario exitoso como paradigma del hombre fuerte lleva al consecuente desprecio de los “débiles”, por llamarlos de alguna manera, a los que, encima, se les responsabiliza de su propio destino (como si la pobreza no fuera una fatalidad a la que es dificilísimo escapar) y como si los ricos, en la gran mayoría de los casos, no lo fueren por haber heredado meramente las fortunas de sus antecesores sino por poseer, cada uno de ellos, extraordinarias virtudes personales.
En esta visión de las cosas no suele aparecer jamás el júnior haragán e inútil, ese hijo de familia que no sobreviviría ni media semana enfrentado por su cuenta a las durezas del mundo real y que, en comparación con cualquier pobre empeñoso, vendría siendo un insignificante parásito. Al heredero irresponsable, destructor directo de tantos patrimonios en las sociedades provincianas, no le caen encima mayores juicios condenatorios mientras que al joven de orígenes humildes le llueven todas las culpas por poco que se haya emborrachado un fin de semana con los amigos.
De tal conjunto de prejuicios y dogmas se deriva, precisamente, el contragolpe social de los sectores agraviados, una réplica que, muy pronto, toma la forma de un arrollador e implacable cuestionamiento del orden establecido. La economía capitalista es impugnada entonces desde sus raíces mismas y como alternativa se propala la instauración de un modelo socialista a pesar de los evidentísimos fracasos de la receta en la práctica totalidad de los países de este planeta. Esta propuesta, sin embargo, no sólo se alimenta de un ánimo justiciero o de la sensibilidad humanista de sus promotores sino que en la ecuación figuran también elementos como el revanchismo y el resentimiento. Curiosamente, el impulso anticapitalista no está surgiendo en los países asiáticos, los que encabezan en estos momentos el crecimiento económico mundial, sino que pareciera ser un fenómeno típicamente latinoamericano y, para mayores señas, tenemos ahí no sólo los casos de Venezuela y Nicaragua sino que estamos viendo también la sorprendente deriva del Perú e inclusive algunos signos inquietantes en el mismísimo Chile (de la Argentina no hablamos ya porque llevan décadas enteras férreamente empantanados en el populismo peronista).
El gran tema es que el Estado socialista es un destructornetoderiquezay,enestesentido,terminasiendoalgomuchopeor,paralosciudadanosensuconjunto, que el modelo de libre mercado. Pero…
Curiosamente, el impulso anticapitalista no está surgiendo en los países asiáticos