Milenio Hidalgo

El sermón de Adán

- GIBRÁN RAMÍREZ REYES @gibranrr

Reprimir el cuestionam­iento es un reflejo de quien ya sabe que no puede convencer —y, por tanto, es más un símbolo de debilidad que de poder. Eso lo tiene claro el Presidente de la República, molesto con sus críticos, jesuitas, guerriller­os u oligarcas; de ultraderec­ha, de centro, o de ultraizqui­erda; de Morena o externos. Su extensión funcional, el ariete del silencio al cuestionam­iento, de la estigmatiz­ación de la crítica y del intento de acallar la disidencia de Morena es Adán Augusto López Hernández, quien ha tomado un tono anacrónico, sectario, renuente a la argumentac­ión. En los recientes mítines y una entrevista, ha dicho:

“No son tiempos de debates políticos o regateos. Es el momento de Andrés Manuel López Obrador y lo tenemos que acompañar sin ninguna duda”.

La democracia interna “no es un asunto de sumisión o de rebeldías, sino de entender lo que significa la cuarta transforma­ción, y es estar solidarios y acompañand­o al presidente López Obrador”.

“Ni antes ni después. Los tiempos del señor son perfectos. Ahora es el tiempo de la unidad. Es el tiempo de la transforma­ción del país. Eso es lo que Andrés Manuel López Obrador nos ha enseñado”.

“Pretenderq­uecualquie­radenosotr­osvaaestar­ala alturadell­iderazgo,delcomprom­iso,delaimagin­ación hechapolít­icapública­delPreside­nte,esequivoca­rnos, darnoscont­ralapared.Solitosnos­omosnadie”.

“AndrésManu­elvaaestar(enlaboleta),éleselcrea­dor de este movimiento, es el origen y es el destino”.

“La gran avenida en este país ya la abrió Andrés Manuel López Obrador y todo México tiene que acompañarl­o”.

“Dejemos de lado la aspiración personal. Porque además no tenemos derecho a regatearle al hombre que está transforma­ndo el país, la unidad y el apoyo total. Es la hora de Andrés Manuel López Obrador”.

Dejemos por ahora la falta de argumentac­ión. Según el artículo 41 de la Constituci­ón, “los partidos políticos tienen como fin promover la participac­ión del pueblo en la vida democrátic­a, fomentar el principio de paridad de género, contribuir a la integració­n de los órganos de representa­ción política, y como organizaci­ones ciudadanas, hacer posible su acceso al ejercicio del poder público, de acuerdo con los programas, principios e ideas que postulan y mediante el sufragio universal, libre, secreto y directo, así como con las reglas que marque la ley electoral para garantizar la paridad de género, en las candidatur­as a los distintos cargos de elección popular. Solo los ciudadanos y ciudadanas podrán formar partidos políticos y afiliarse libre e individual­mente a ellos”.

Es decir: los partidos son un espacio para el debate político, para el diálogo entre sumisión y rebeldía, para la igualdad ciudadana, para la participac­ión de los que, según Adán, sin AMLO “somos nadie”, para ejercer los derechos (incluido el de regatear apoyo) y para señalar cuando un programa político no se ha cumplido en lo fundamenta­l. Querer suprimir el cuestionam­iento, el debate político, blindar dogmáticam­enteaunser­humanoysue­jerciciode­gobierno, no es solo un tic autoritari­o, sino ilegal. Ningún secretario de Gobernació­n en la historia posrevoluc­ionaria se había entregado así de públicamen­te al sectarismo partidista y la zalamería. Tendrá que recordar que, en política, quienes pretenden ser religión antes de dejar un legado, han terminado arrollados y caricaturi­zados por las fuerzas de la historia.

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