La 4T en Hidalgo I
La credibilidad electoral que da un triunfo como el del pasado 5 de junio en Hidalgo, donde se rompió con una hegemonía política del PRI de toda la vida y se dio paso a una transición histórica, tiene nombre y apellido: Andrés Manuel López Obrador.
El Presidente de México, en permanente estrategia mediática y con una figura que se ha impuesto por encima de todos los personajes públicos, es desde 2018 el estandarte de la denominada 4T o cuarta transformación.
A través de dicho concepto ideológico, cuasi dogmático, fundamentalista y con inmensa penetración en el imaginario colectivo, López Obrador logró construir un producto político que ni todo el marketing electoral europeo, americano o de cualquier latitud ha podido romper.
Tal es el efecto, que puede ganar elecciones sin siquiera participar o estar presente; derrumbar mitos o hitos como el de Hidalgo, seguramente el de Estado de México en 2023, y quizá hasta el de Coahuila, logrando así la fórmula de perpetuarse sin ser el mandatario de forma oficial.
Todos los diputados, senadores, regidores, ediles, hombres y mujeres, quienes han llegado a cargos públicos desde 2018 con Morena y sus partidos aliados lo reconocen abiertamente, lo dicen sin empacho y es que es la verdad: quien gana en las urnas, gana por AMLO, porque la gente confía en el Presidente y en su proyecto de nación, y el candidato o candidata en turno es quien representa en ese tiempo y espacio al obradorismo cada vez más vigente en todo el país.
Ahora con el triunfo a cuestas y el prestigio de la 4T presidencial en juego, Hidalgo entra a una etapa en la que debe sufrir esa transformación.