Lenguaje podrido es vida podrida
Enunciar las tareas urgentes para lograr el bien ser y el bien vivir de los mexicanos resultaría interminable. ¿Sin embargo, por qué tantas recetas aparentemente útiles resultan como el “salutífero” bálsamo de Fierabrás (tan usado y recomendado por Don Quijote para curar las heridas) y, mientras tanto, las dolencias nacionales aumentan y se agravan?
Considero causa de las causas a la degeneración del lenguaje, génesis de los demás males, pues corrompe los pensamientos, conceptos y acciones; construye otra Torre de Babel donde nadie puede ya entenderse con los demás. Esta es la locura inmanente, sementera de la psicosis colectiva del México actual.
Por supuesto, nuestro idioma es lengua viva, cambiante como las civilizaciones, pero es fundamental discernir entre lo útil, lo inútil y lo verdaderamente pernicioso en sus mutaciones.
Veamos las consecuencias de trastocar el significado de tan sólo dos palabras:
No hace más de 80 años se nos enseñaba el concepto de honra, como el reconocimiento y respeto dado a una persona por considerarla sometida a las normas sociales y legales vigentes. Por ello, la honra no era realmente un valor superior, ni propio del honrado, sino algo dado por otros; así, quienes la otorgaban podían quitarla, con razón o sin ella. En cambio, el honor era la consciencia de un ser humano respecto de su propia dignidad, concepto por el cual regía éste su conducta, independientemente de tener o no el reconocimiento social.
Estaba, entonces, la posibilidad de ser al mismo tiempo honrado y bribón: bastaba con ocultar las propias perversidades. ¡Maciel y Naasón Joaquín fueron líderes religiosos, terriblemente perversos pero muy honrados!… antes de ser descubiertas sus inmundicias.
Se distinguía la diferencia entre arrepentirse de los errores cometidos, y avergonzarse por conductas nefandas.
¡Hoy, en algunos diccionarios se tienen por “sinónimos” la honra y el honor! Eso degrada la vida social.
Sin embargo, el siguiente Decálogo Para Triunfar (portento de indecencia y cinismo) llega al extremo donde lo verdaderamente valioso es la honra:
1) Ámate sin límite, porque eres un dios; 2) Abusa sin disimulo, tu popularidad te blinda; 3) Roba cuanto quieras, pero a través de tus secuaces;
4) Humíllate ante los poderosos, como Trump;
5) Odia y agrede sin descanso, y serás temido; 6) Aprovéchate del caído, fingiendo apoyarlo; 7) Búrlate del “indio-originario” consultando a su “Madre Tierra”;
8) Justifica tus traiciones, “por el bien de la patria”;
9) Miente con cinismo, te aplaudirán tus dóciles “mascotas”;
10) Huye del honor (es anacrónico, hipócrita y conservador), pero procura, a cualquier precio, ser honrado.
Estos diez mandamientos se encierran en tres: “No mentir, no robar, y no traicionar”.