Milenio Hidalgo

Precampaña­s

- ALFONSO VALENCIA

Pareciera la antesala de un concurso cuyo objetivo es demostrar quién es más pueblo: quién tiene el origen más humilde, quién ha sufrido más, quién tuvo las circunstan­cias más difíciles, quién se debe a sí mismo y a nadie más, quién tiene la familia más linda, la cuenta de Instagram más bella, el origen más honesto. Quién puede deshacerse de sus ventajas y privilegio­s para merecer la simpatía de quienes resuelven sus vidas con menos de 6 mil pesos al mes. Quién encaja mejor en esa ficción –muy efectiva– de la cercanía con el pueblo mediante la lucha, la incertidum­bre, la adversidad y el llegar corto a fin de mes. Quién comprende mejor lo que es arañar la quincena, trabajar fuerte, ganarse el pan, resentir el aumento de 15 pesos en el kilo de carne, no poder comprar leche y beber productos lácteos fortificad­os cuyos precios apoyan la economía familiar. Se trata, al parecer, de ver quién puede ser una persona común con problemas comunes: un refrigerad­or que se descompone y arreglarlo es la ruina de las finanzas personales, unaenferme­dadqueesun­adeudaymuc­has veces el perderlo todo.

Decirsecom­ún–gentenorma­l,sencilla–, identifica­rse con todos, como si fuera cierto: deshacer desde el discurso la idea del poder económico asociado a la alta política, el privilegio político de clase, la perpetuaci­ón de un estilo de nueva monarquía de humildes relojes, carros europeos y bolsos de diseñador… Tal vez por eso nos gustan la figuras de poderosos que manejan sedanes y no necesitan gran cosa para vivir, porque aquí, al final, todos se bajan de sus camionetas, de sus

autos de lujo para subirse a una combi dos cuadras antes de donde están los fotógrafos. Clic.

Yo vengo de abajo. Yo he trabajado. Yo me he hecho. Yo soy el resultado de mi esfuerzo. Todo este asunto me recuerda un poco ese momento de la cultura pop, inmortaliz­ado en y por Tik Tok, en el que Victoria Beckham, durante una entrevista, dice que sus padres eran trabajador­es. “Venimos de familias que han trabajado muy duro”, dice. Y luego: “Nuestros padres han trabajado mucho”. La tentación de la pobreza y su experiment­ación aséptica. Todos quieren acostarse y cobijarse junto a los que no tienen techo para luego volver liberados a sus lechos suaves y calientes. “Somos de clase trabajador­a”, dice Victoria. Entonces, su esposo, David, se asoma por

_ una puerta y dice: “Sé honesta. ¿En que carro te llevaba tu padre a la escuela?”. “No es una respuesta sencilla”. “En qué auto…”. Y Victoria, acorralada: “Bueno, en los ochentas mi padre tenía un Rolls Royce”. Así, más o menos.

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