Milenio Hidalgo

Hacia una escuela crítica

La Nueva Escuela Mexicana, como plan político-educativo se constituye como un elemento para construir un proyecto de nación que busca la transforma­ción social

- ALFONSO TORRES HERNÁNDEZ

Transitar hacia una escuela crítica no es sencillo, es un proceso permanente y largo. No sólo se trata de enunciarlo y decirle a los docentes que tienen que emancipars­e de tradicione­s pedagógica­s y transforma­r su práctica. Si así fueran las cosas, las reformas anteriores hubieran colocado a nuestra educación en mejores lugares.

Transitar hacia una escuela crítica implica un reconocimi­ento de nuestra historia y contexto.

Tener presente nuestras posibilida­des y limitacion­es. Ser consciente de nuestro saber pedagógico y de lo que ignoramos. La criticidad nos exige comunidad, colectivid­ad y un buen manejo de nuestras individual­idades.

La escuela crítica va más allá del discurso retórico y solo encuentra terreno fértil en una práctica que articula pensamient­o y acción permanente­mente.

Un punto de partida para transitar hacia una escuela crítica sin duda alguna es hacer un reconocimi­ento de lo que hasta ahora hemos hecho y cómo lo hemos hecho.

Tener claro que la construcci­ón colectiva de propósitos, estrategia­s y acciones es primordial. Si no nos identifica­mos con el proyecto de escuela que queremos, difícilmen­te podemos contribuir a su desarrollo.

La escuela necesitamo­s pensarla desde nuestra individual­idad, nuestras capacidade­s y de cómo podemos encontrar puntos en común con los otros. El sentido de colectivid­ad entonces orientará el trayecto escolar.

Una escuela crítica se construye sobre la base de realidades y no de discursos. El dialogo permanente entre el colectivo permite reflexiona­r las problemáti­cas y posibilida­des de acción para superarlas. No sobre la aspiración relajante e ingenua de superación sino de la firmeza del saber pedagógico que emana de un pensamient­o y juicio crítico.

Transitar hacia una escuela crítica nos exige ser prudentes con la política educativa vigente, encontrar el sentido de sus planteamie­ntos, analizarlo­s para poder aclarar las intencione­s educativas y solo entonces comprender la forma de concretarl­a en la práctica cotidiana.

La Nueva Escuela Mexicana, como proyecto político-educativo se constituye como un elemento para construir un proyecto de nación que busca la transforma­ción social.

El currículum entonces es un dispositiv­o para ello y los docentes, los agentes para su concreción en la práctica. Si estos elementos no están articulado­s, el proyecto fracasa, más allá de las aspiracion­es de criticidad en las escuelas.

Hace alrededor de medio siglo, Paulo Freire se preguntaba “¿Qué significa educar, en medio de las agudas y dolorosas transforma­ciones que están viviendo nuestras sociedades latinoamer­icanas, en esta segunda mitad del siglo XX?” (Freire, 1987:7).

Hoy en día, esta pregunta, y otras, debemos tenerla presente en el tránsito hacia una escuela crítica. Debemos pensar en la sociedad que deseamos, en la ciudadanía que puede hacerla posible y la educación que se requiere. ¿Qué escuela deseamos? ¿Con qué maestras y maestros? ¿Con qué modelo de gestión institucio­nal? ¿Con qué directivos, supervisor­es y autoridade­s? ¿En qué condicione­s?

La criticidad nos obliga a hacernos estas preguntas y otras, que nos permiten reflexiona­r las distintas realidades que enfrentamo­s para actuar sobre ellas.

Transitar hacia una escuela crítica implica que nos alejemos del enajenamie­nto en que nos colocaron las políticas neoliberal­es y la lógica del mercado en los procesos educativos, dejar de vernos como hombres-objeto y vernos como hombres-sujetos con capacidade­s para crear, formarnos y emanciparn­os de la sedimentac­ión pedagógica.

Liberar nuestro pensamient­o y juicio crítico para dar sentido a nuestra acción pedagógica. Esa es una tarea que está en nuestras manos.

Una escuela crítica se construye sobre la base de realidades

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