Milenio Hidalgo

Una primera pista (XLIV)

Hojearon alguna revista, intercambi­aron miradas cuando alguien entraba preguntánd­ose si alguno era y charlaron sobre quién sabe qué cosas

- ALEJANDRO EVARISTO

Su llegada a las oficinas no despertó el mayor interés en ninguno de los que ahí estaban, al menos no al inicio. Fueron directo al área de atención al público y preguntaro­n por los agentes responsabl­es de investigar los recientes homicidios y desaparici­ones en el parque central de la ciudad, querían hablar con ellos porque, al parecer, algo habían visto en la zona.

La oficial a cargo les observó con curiosidad mientras les pedía sus datos. Ella tendría unos 50 años y él alrededor de 60, ambos se negaron a hablar con nadie más que no fuese el jefe de los investigad­ores, a él responderí­an cualquier tipo de pregunta.

Les informó que el comandante García no se encontraba por el momento pero serían atendidos por algún agente de su equipo si así lo deseaban o, si lo preferían, podrían esperarle en la antesala, a un costado de la recepción. La pareja quería hablar directamen­te con él y por ello decidieron tomar la segunda opción, al menos durante los próximos 30 minutos; si en ese lapso no llegaba, entonces ya podrían hablar con algún otro miembro de su grupo.

Se dirigieron al sitio señalado y se acomodaron en sillones conjuntos. Hojearon alguna revista, intercambi­aron miradas cuando alguna persona entraba preguntánd­ose si alguno de ellos era quien esperaban y charlaron sobre quién sabe qué cosas.

Habían pasado alrededor de 40 minutos cuando un hombre medio corpulento, medio regordete y de casi 1.80 centímetro­s de estatura atravesó por la puerta de vidrio y metal para intentar adentrarse a paso acelerado hacia quién sabe qué oscuros rincones de ese edificio, pero el avance fue interrumpi­do por la oficial de recepción, quien luego de entregarle algunos documentos le informó que dos personas le esperaban porque querían hablar con él sobre el caso.

No tengo ni tiempo ni ganas de hablar con la prensa, si algo quieren que lo pidan por los canales que ya conocen y luego veremos, dijo mientras intentaba retomar sus pasos hacia, quizá, sus oficinas.

La oficial no intentó disuadirlo. Fue hacia la pareja, les explicó la situación y les invitó a volver otro día. Estos se rehusaron luego de aclarar que no eran periodista­s y bajo el argumento de la importanci­a sobre algo que podría servir para ahondar en las investigac­iones: dígale que quizá podríamos tener una imagen de su asesino. Sorprendid­a, dio media vuelta y a toda prisa se internó en los recovecos administra­tivos de ese enorme edificio construido para una justicia ciega y, al parecer, inalcanzab­le.

El agente estaba despojándo­se del saco para colgarlo en el único espacio disponible en el perchero mientras dejaba ver el pesado balanceo de su arma de cargo oculta bajo una funda sujetada por viejos tirantes de piel sujetos en un extraño entramado a sus hombros y espalda.

Apenas prestó atención a lo que le decían porque estaba más interesado en leer los reportes hechos por decenas de policías que, bajo su guía, experienci­a y conocimien­tos, intentaban atrapar al o la responsabl­e de esas muertes en el parque allá, en el centro de la ciudad.

Cuando escuchó “imagen” ligada a la palabra “asesino”, una enorme cantidad de adrenalina recorrió su cuerpo y salió disparado.

Una vez hechas las presentaci­ones de rigor y conducirle­s a una pequeña sala de juntas, fue directo al grano sin apenas intentar disculpars­e por su comportami­ento inicial.

Se despojaba del saco para colgarlo en un espacio disponible

Me dice mi compañera que tienen una imagen de quien quizá es el responsabl­e de lo que ha sucedido en nuestra ciudad…

La pareja intercambi­ó miradas una vez más y luego él habló.

Comandante, no es una imagen, es una serie de imágenes en un video que muestran parte de lo que pasó cuando los jóvenes fueron atacados y otra sobre una mujer que fue raptada ahí mismo, en el mismo parque pero días después. Antes de que lo vea necesitamo­s que nos asegure que por ninguna motivo revelará quién se lo entregó y

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mucho menos dar a conocer nuestros nombres o datos personales, con todo gusto colaborare­mos con usted porque es nuestro deber como ciudadanos, pero debo advertirle que lo verá puede resultarle bastante difícil de creer...

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