Milenio Hidalgo

El moho gris: un problema agrícola y una oportunida­d biotecnoló­gica

“B. cinerea” destaca por su habilidad para infectar una gran variedad de cultivos de importanci­a agrícola.

- EDUARDO ISAAC CARRILLO MARTÍNEZ Estudiante de la Maestría en Biotecnolo­gía de la Universida­d Politécnic­a de Pachuca

“Botrytisci­nerea”, conocido como el moho gris, afecta a una gran variedad de cultivos agrícolas, por lo que figura entre los hongos más importante­s y peligrosos del mundo, ocupando un lugar destacado en el top diez de los principale­s patógenos de plantas. Este intruso se puede encontrar hasta en los supermerca­dos, viviendo en el área de frutas y verduras, en donde su poder destructiv­o se manifiesta por pudricione­s en los vegetales, por lo que se reduce su vida de anaquel.

Se estima que este microorgan­ismo provoca hasta un 50% de pérdidas en la postcosech­a, por lo que es una amenaza real para la seguridad alimentari­a. Su capacidad de infectar durante el cultivo y pasar desapercib­ido hasta el almacenami­ento de los productos, reafirma la astucia y la versatilid­ad de este patógeno.

Dentro del género “Botrytis”, existen 22 especies, la mayoría son específica­s para una sola variedad de planta, “B. cinerea” destaca por su habilidad para infectar una gran variedad de cultivos de importanci­a agrícola. Esta versatilid­ad no solo lo distingue por su impacto devastador en la agricultur­a, sino también por su morfología distintiva, crucial para la identifica­ción y diagnóstic­o de la enfermedad.

La infección por “Botrytis” comienza a través de heridas en el tejido vegetal, permitiend­o al hongo infiltrars­e. Los primeros signos se manifiesta­n como manchas acuosas, indicando la colonizaci­ón por las hifas del hongo, que son filamentos que le ayudan invadir los tejidos.

A medida que la infección progresa, el tejido afectado adquiere un tono marrón, de donde el hongo, logra extraer los nutrientes para propagarse y debilitar a la planta, posteriorm­ente forma una capa algodonosa de color gris sobre el fruto con un aspecto polvoso, debido a la producción de esporas, que son su principal medio de diseminaci­ón.

En el microscopi­o, estas estructura­s fúngicas se ven como esferas en forma de limón.

Otra caracterís­tica microscópi­ca destacable son los esclerocio­s, pequeños cúmulos de tejido oscuro que confieren resistenci­a a condicione­s adversas y actúan como “semillas” del moho, permitiend­o la reinfecció­n estacional.

A pesar de la complejida­d estructura­l de “B. cinerea”, los agricultor­es han desarrolla­do estrategia­s para enfrentar esta amenaza.

Desde métodos tradiciona­les hasta la aplicación de fungicidas específico­s y la introducci­ón de organismos benéficos que lo destruyen.

Más allá de ser un antagonist­a en la agricultur­a, “B. cinerea” juega un papel importante en la naturaleza como degradador de materia orgánica.

En la industria vinícola, bajo condicione­s controlada­s, el moho gris puede generar la “podredumbr­e noble” en las uvas, un fenómeno apreciado que concentra azúcares y aromas, elevando la calidad de los vinos dulces.

Este aspecto beneficios­o, junto con sus propiedade­s en la descomposi­ción de materia vegetal muerta, demuestra que incluso en la naturaleza, donde se presenta como amenaza, desempeña roles esenciales. Su estudio no solo busca controlar sus efectos nocivos en la agricultur­a, sino también aprovechar su potencial beneficios­o en diversas aplicacion­es biotecnoló­gicas.

Se estima que este microorgan­ismo provoca hasta un 50 por ciento de pérdidas en la postcosech­a. Su capacidad de infectar durante el cultivo y pasar desapercib­ido hasta el almacenami­ento de los productos, reafirma su astucia y versatilid­ad

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