Cultura y deporte de ricos
El regreso de las corridas de toros. Resulta insultante –o debería serlo– el que por un lado se encuentren los argumentos para regresar ese espectáculo de muerte, y por otro se anuncie el cabildeo de una ley para crear veterinarias públicas. Más allá del debate bioético, me gustaría pensar la decisión a partir del consumo de animales para la diversión y perversión del humano, y cómo términos como “cultura” y “espectáculo”, en la visión de quienes se encargan de legislar y resolver las controversias legales en este país, implican, en sus decisiones y práctica, divisiones de la sociedad.
¿Recuerdan cuando se prohibieron los circos con animales en México?, ¿cómo la mala planeación de una ley efectista condenó a muchos animales a morir en santuarios improvisados o de plano al sacrificio? ¿Recuerdan cómo nadie defendió el espectáculo circense como una manifestación artística de la que también comían cientos de familias en México? Pero es que tal vez sea necesario que pensemos en quiénes iban al circo en México, en quiénes solo pudieron conocer en vivo un camello, un canguro o un elefante en el circo.
Por otro lado: ¿quiénes disfrutan –o saben disfrutar, según ellos– las corridas de toros? A mí me parece evidente el sesgo de clase que justifica la barbarie para unos y la niega para otros. La cultura, esa idea tan vaporosa en el ideario político, justifica la luz asesina de las corridas de toros, revestida (como sus cobardes verdugos, los toreros) de estrafalarios brillantes que tanto atraen a quienes gustan llenarse la boca con las estúpidas justificaciones de su barbarie.
El circo era un espectáculo popular que hacía mofa de los animales haciéndolos boxear, correr en círculos o saltar aros de fuego para el disfrute del populacho enardecido mientras se atascaba de palomitas. Las corridas de toros son manifestaciones de una cultura que dignifica al animal con su muerte en el ruedo y celebra la valentía del hombre que lo enfrenta con nada más que un pedazo de tela y una espada. Olé.
Supongo que, para amortiguar el revés de una plaza llena de mezclilla y gamuza, las propuestas efectistas no se harán esperar, y veremos el recrudecimiento de castigos por maltrato animal, y veremos a los medios cubrir desde mascotas abandonadas hasta la tipificación del atropellamiento de perritos. Y el absurdo será que las corridas serán siendo cobijadas bajo
_ el silencioso concepto de “cultura”, y la caza bajo el absurdo del “deporte”. Porque en este país los ricos (y los que se dicen y se sienten ricos) siguen teniendo derecho a disfrutar con la barbarie.