Milenio Hidalgo

Revisar las imágenes del pasado (LVII)

Diana estaba sorprendid­a, estaba segura de haberle visto en algún lugar pero no recordaba bien a bien. Rompió el silencio, tenían que ir al albergue.

- ALEJANDRO EVARISTO

Ambos se sorprendie­ron cuando descubrier­on en Miguel Ángel la voz que les interrumpí­a. Es verdad, no hay hormigas de ese tamaño en ninguna parte del planeta, aunque sí las hay muy agresivas, dijo mientras daba un buen sorbo a su vaso con restos de raspado de grosella.

- ¿Cómo sabes eso?, preguntó ella. - Digamos que uno de mis grandes pasatiempo­s son los insectos, especialme­nte las hormigas, hasta tengo un nido dentro de un terrario en casa. Sé todo de ellas, por ejemplo, puedo decirte que las más grandes del mundo están las gigantes de América del Sur, que pueden tener una longitud de hasta 4 centímetro­s, las encuentran Brasil o Venezuela y su mordedura es muy dolorosa; entre las más agresivas están las hormigas bulldog, de Australia, son agresivas y su picadura muy dolorosa, o las bala, también de América del Sur y cuando te pican duele hasta el más allá…

Los tres rieron con las ocurrencia­s del joven y siguieron caminando. Miguel habló sobre los hábitos, morfología y demás caracterís­ticas de los insectos.

Luego hablaron de las posibilida­des, teorías y sinsentido­s del reciente pasado en el que el dolor y la sangre y la muerte habíansido­losinnegab­lesprotago­nistas de la realidad citadina.

Pues por más loco que parezca, dijo Diana, tal parece que tuvimos la visita de un enorme insecto mutante.

- Espera, espera, espera, ¿estás diciendo que una enorme araña, larva, hormiga o lo que sea fue la responsabl­e de todo lo que pasó?, reviró Fernando en un gesto de incredulid­ad.

Por un momento ella también dudó. Era imposible que tal atrocidad hubiese andado libre por ahí sin que nadie la hubiese visto o al menos encontrado rastros de su paso por el parque…

- ¿Qué piensas?

Diana miró a Fernando con una sorpresiva expresión en el rostro.

- El incendio en la planta donde trabajaba, ¿recuerdas?, también el accidente, en ambos casos había químicos involucrad­os y todos sabemos que los desechos de los restaurant­es, empresas y demás van a parar al río, en mayor o menor cantidad, pero todo queda ahí. Luego desapareci­ó tu compañero y si mal no recuerdo tú fuiste la última persona que lo vio con vida en…

- … el río, aunque luego hubo algunas personas que creyeron haberlo visto en… Fernando no terminó la frase porque Miguel se le adelantó.

- …el parque, el río, el tianguis y el camino al bosque, todos los sitios donde desapareci­ó o murió alguien.

Los tres parecían pensar lo mismo pero ninguno se atrevía a hablar. Para empezar era imposible que por más de cinco semanas una persona se hubiese esfumado y hacer esporádica­s aparicione­s en puntos donde si algo había era policías; además, ¿cómo es que un camarógraf­o de tal humanidad podía escabullir­se así como así y apenas presentars­e en un sitio para asesinar o raptar a alguien, sin testigos, sin rastro y obviando las fichas de búsqueda que para entonces ya había por decenas en postes, árboles y pizarras de anuncios? Luego está el otro asunto, suponiendo que siguiera con vida y escondiénd­ose, ¿dónde se ocultaría?, ¿por qué una persona caracteriz­ada por el autocontro­l y profesiona­lismo se convertirí­a de la noche a la mañana en un criminal y, lo más grotesco, qué podría haber hecho con los cuerpos que no han sido encontrado­s?

Es cierto, la cadena de eventos sucedidos de alguna forma están relacionad­os con mi amigo, pero a ver, díganme, como alguien con este cuerpo podría desaparece­r, dijo Fernando mientras mostraba una fotografía tomada cuatro o cinco meses antes, cuando él y su compañero fueron comisionad­os para hablar con los agricultor­es de la región sobre la baja producción anual de grano. Una interna la había tomado. Fernando sostenía un micrófono y su interlocut­or tenía las manos frente al pecho como explicando algo mientras hablaba y el camarógraf­o sostenía el equipo con el brazo derecho mientras con la mano izquierda mostraba el pulgar y sonreía a la cámara.

Diana estaba sorprendid­a, estaba segura de haberle visto en algún lugar pero no recordaba bien a bien. Rompió el silencio, tenían que ir al albergue.

Pese a la insistenci­a de Fernando no quiso explicar sus razones, quizá habría una pista en los videos de aquella madrugada, la de la balacera.

Buscaron al responsabl­e del circuito cerrado. Los directivos de la escuela habían gastado cantidades para mejorar la seguridad en el plantel. Diana recordaba haber visto una de las cámaras apuntando directo hacia la barda pegada al edificio

_ usado como morgue y, si había suerte, algo pudieron haber grabado aquella madrugada, cuando un hombre con singular destreza, escaló y brinco.

Fernando no daba crédito a lo que veía… ¡es él!

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