Yo ya me rendí
Volví a caer, me volvieron a engañar.
El año pasado fue un martirio ver a la selección nacional de México en la Copa América Centenario. No solo hablo de la tragedia del 0-7, donde se notó la falta de entendimiento y la nula capacidad de reacción de un equipo que pasó por cuatro alineaciones titulares diferentes en 13 días.
Como muchos, esperaba un cambio en la dirección técnica, un proyecto que fuera capaz de explotar una generación que tiene campeones del mundo juveniles y olímpicos, además de un fogueo en las mejores Ligas del mundo que hace dos décadas, nadie hubiera imaginado.
El cambio no llegó, pero había que darle el beneficio de la duda a Juan Carlos Osorio, los resultados en la eliminatoria deberían darle crédito a cualquiera. Verlo dirigir en el Mundial de Rusia en el 2018 es casi inevitable.
Los últimos partidos oficiales, el de Honduras, Estados Unidos y Portugal resultaban reconfortantes, parecía tener una base de al menos siete jugadores que podían considerarse titulares. Comenzando por Guillermo Ochoa en la portería, donde arranca el orden, cuando el arquero se entiende con sus centrales se nota y eso solo se consigue con la repetición.
Es normal que un equipo cambie de planteamiento en base a un rival, pero no que replantee la totalidad de su once titular en tres días.
Osorio miente cuando dice que quiere ganar la Copa Confederaciones. Solo busca demostrar que su método funciona. Que las rotaciones tienen sentido, aun cuando sea en un torneo muy corto y en 90 minutos te expongas a la eliminación.
No hay base, no hay confianza en ser titular, pase lo que pase el sábado ante Rusia yo no vuelvo a creer. Hoy México cuenta con tanto talento que le alcanza para dominar la Concacaf y ganarle a Nueva Zelanda hasta en los partidos malos, pero no tiene nada que ver con el entrenador.