Milenio Jalisco

El Ariel y El vuelo de la Victoria

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ntes de hacer esta crítica quisiera poner en antecedent­es a muchas personas.

El Ariel no es el Oscar, no es como el Oscar ni quiere parecerse al Oscar.

El Ariel es el premio que año con año la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematogr­áficas le entrega a lo mejor de nuestra industria fílmica.

No es un negocio como los Premios TVyNovelas, no es un show como los Grammys ni está pensada para que se vea “bonita” en televisión como los Emmys.

Quien no quiera entender esto, está en problemas. Por eso yo quiero hacerle un reconocimi­ento público a los pocos canales que se atrevieron a hacer algo antes, durante y después de este evento, como Una Voz con Todos y AZ Cinema.

Pero muy especialme­nte a Canal 22, que interrumpi­ó su programaci­ón para transmitir todo en vivo. ¡Mis respetos!

¿Qué le puedo decir de la ceremonia? Que estuvo preciosa. Yo que me la paso viendo eventos especiales de todas partes del mundo y que durante años he padecido el Ariel jamás había visto algo así.

¿Así cómo? Así de nuestro, de honesto.

Lo que usted, miles de personas y yo vimos la noche del martes pasado, más que una premiación, fue el reconocimi­ento (y autorrecon­ocimiento) de todas las partes que hacen el cine en nuestro país.

Por eso lo que menos importó fueron las formas o el recurso del primer lugar.

En el Ariel la gente dijo lo que quiso, se tardó lo que le pegó la gana y la Academia se dio el lujo de meter no uno sino varios empates.

Fue la reunión de un gremio desesperad­o por llamar la atención del Presidente de la República, por impedir una catástrofe cultural y por exigir la posición que se merece dentro de situacione­s como la renegociac­ión del Tratado de Libre Comercio.

Fue admirable, fue de corazón. ¿Y sabe dónde se sintió más? En momentos de oro como el galardón que se le entregó a Isela Vega o cuando se recordó a los muertos.

Amé la creativida­d con la que esa gente, sin dinero, resolvió mil y un problemas escénicos con dibujos y música en vivo, y me uno a sus protestas.

Pero, sobre todo, me uno a su indignació­n. ¿Cómo es posible que ese cine que se premió esa noche jamás hubiera llegado a los cines, que esas películas que ganaron no hayan sido vistas nunca ni siquiera por quienes las hicieron?

¿Se da cuenta de la barbaridad que le estoy diciendo?

Por el amor de Dios, luche por ver las repeticion­es del Ariel, de este Ariel, y mate por ver cine mexicano. El momento es hoy. ¿O usted qué opina? El vuelo de la victoria, la nueva telenovela de las 17:30 de Las Estrellas, es un chulada de melodrama seriado mexicano modelo Televisa.

Le auguro el más grande de los éxitos porque cuando uno piensa en telenovela, cuando uno piensa en Las Estrellas, cuando uno piensa en melodrama mexicano y cuando uno piensa en Televisa, piensa en eso.

La pudo haber protagoniz­ado Thalía en 1995, Verónica Castro en 1980 o Irma Lozano en 1969.

Es divina, lo clásico de lo clásico. Va a arrasar con las ventas de televisión en los mercados internacio­nales porque esto es lo que está pidiendo el mundo.

Si no me cree, pregúntese por qué en Brasil, Turquía y Corea nadie está grabando algo parecido a La piloto o Nada personal.

¿Qué es El vuelo de la victoria? ¿De qué trata? ¿Quiénes salen? ¿Por qué habría que verla?

El vuelo de la victoria es la típica telenovela de protagonis­ta tipo Cenicienta de toda la vida pero en versión chica corredora.

La protagoniz­an Paulina Goto (Mi corazón es tuyo), Andrés Palacios (Amor en custodia), Mane de la Parra (Corona de lágrimas), Susana Dosamantes (Amalia Batista) y René Strickler (Piel de otoño).

Todos ellos, y los que no alcanzo a mencionar por razones de espacio, son inmensas figuras de la escena telenovele­ra, en una magnífica producción de Nathalie Lartilleux (Corazón indomable) y en una espléndida historia original de Carlos Romero, el escritor favorito de Valentín Pimstein y responsabl­e de cañonazos como Marimar, con libretos de él y de escritores como María Antonieta Gutiérrez (Velo de novia).

Obviamente esto no es House of Cards, no está hecho para Netflix y no pretende realizar ninguna clase de denuncia política.

¡Pero qué cree! De eso se trata el negocio de las telenovela­s que se transmiten en la televisión abierta tanto de México como del resto del mundo.

Para contenidos como House of Cards están otras plataforma­s, para Netflix lo de Netflix y ni hablemos de lo que ocurre con los proyectos de denuncia política.

Si usted es una persona sin complicaci­ones que lo único que quiere es pasársela bien en compañía de los suyos, recibir un mensaje de superación personal y optimismo, y reforzar sus hábitos en el consumo de televisión abierta privada, lo invito a gozar con El vuelo de la victoria.

Por telenovela­s como ésta vale la pena encender la televisión. ¿A poco no?

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