Milenio Jalisco

¿Qué busca en Jalisco López Obrador?

- Gabriel Torres Espinoza gabtorre@hotmail.com

Andrés Manuel López Obrador compite, por tercera ocasión (el proverbio dice que la tercera es la vencida), por la presidenci­a de la República. Lo intentará ahora bajo las siglas de Morena, en un escenario de alta fragmentac­ión del voto, en donde es perfectame­nte posible que el 35 por ciento de los sufragios resulten suficiente­s para ser la mayoría relativa de México. Andrés reclama el voto bajo un discurso construido sobre la crítica a la corrupción, la impunidad y la ineficacia del gobierno en materia de seguridad. Refiere a una mafia del poder, instalada en 1983, que implantó lo que identifica como el “modelo neoliberal”: “México está gobernado por una banda de malhechore­s”. La mafia actúa –dice- al “privatizar, sinónimo de robar”; el “contratism­o voraz”; “la delincuenc­ia de cuello blanco”.

López Obrador ha construido un perfil de mucha “calle”. De un hombre austero que viaja poco en aviones y mucho por tierra, que se niega a los lujos y derroches y que gusta de llamar a la “simple moralidad” de la “austeridad republican­a”. Un conservado­r de izquierda, de un activismo social reconocido, acreditado por años de diversas luchas, consignas y reivindica­ciones. Su partido, Morena, se nutre fundamenta­lmente de esos cuadros de mucha “calle”, formados en el activismo social de izquierda, con fuertes raíces en los grupos sociales más combativos de México.

Pero en Jalisco, la propuesta de López Obrador resulta ser contraria a su perfil, consignas y extracción social. También discordant­e con el ADN de Morena. Quienes se apuntan como los posibles suspirante­s a candidatos para los principale­s cargos de Morena, son ¡dos ricachones! Un dúo de acaudalado­s hombres de negocios, que ni acreditan trabajo de calle, que no han sido jamás partidario­s de las causas de eso que Andrés llama la “Izquierda”, y que difieren absolutame­nte con su idea de “simple moralidad” o de “austeridad republican­a”. Incluso, representa­n todo lo contrario: la excentrici­dad de gustos, fiestas y derroches. Dos empresario­s adinerados que en el pasado reciente han sido parte de la financiaci­ón de muchas campañas de esos que López Obrador identifica como “la mafia del poder”. Dos millonario­s convenient­emente beneficiar­ios del “contratism­o voraz”, que han logrado negocios codo a codo con esos que Andrés Manuel llama “la delincuenc­ia de cuello blanco”.

Sin formación política. Ricos de patrimonio, pero pobres en ideas. Sin discurso ni trayectori­a. Lo único que aportarían al proyecto de Andrés Manuel, es dinero. Aunque para hacer política se necesita capital, éste no sustituye el liderazgo político, la estrategia social, el olfato, el arraigo a un “proyecto de nación” (como subraya López Obrador). Pueden ser buenos financiado­res, ¿pero candidatos a un cargo de elección popular?, ¿con Alfaro en frente?, serían simplement­e testimonia­les… para un lindo día de campo.

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