Frutos podridos de la democracia
Un abrazo a Ciro Gómez Leyva por la vida y muerte de su padre
La semana pasada, en el programa radiofónico de Joaquín López-Dóriga, el Dr. Juan Ramón de la Fuente, prestigiado psiquiatra y destacado mexicano, se refirió al reciente libro titulado El peligroso caso de DonaldTrump.
Veintisiete psiquiatras (que gozan de gran reputación en universidades de EU) publicaron en esa voluminosa obra estudios sobre la personalidad del inquilino de la Casa Blanca. Coinciden en que se trata de un sujeto de
altísima peligrosidad. Lo califican, entre otras lindezas, de narcisista, sociópata, hedonista, impulsivo, inmaduro e incompetente. Lo consideran “el hombre más peligroso del mundo” que “sufre una pérdida persistente de la realidad”; “la paranoia de su psicopatía crea un profundo riesgo de guerra y se desliza fácilmente hacia el papel de tirano”.
Afirman que su angustia —o de un miembro de su familia— puede llevarlo a disparar misiles contra otra nación; que sus características (hedonismo, narcisismo y comportamiento de intimidación) lo hacen proclive a conductas aterradoras.
Pues esas amenazas y daños que ponen en grave zozobra al planeta son consecuencia inmediata y directa de un proceso electoral formalmente democrático que tuvo lugar el año pasado en el país vecino del norte.
La historia registra innumerables casos de sátrapas que con discursos de odio y
soluciones engañosas han detentado el poder con el apoyo popular mayoritario. Ejemplos paradigmáticos son Mussolini en Italia y Hitler en Alemania, a mediados del siglo pasado. Recientemente millones de ciudadanos expulsaron a Reino Unido de la Unión Europea, y otros participaron en la intentona separatista de Cataluña. Solamente se requirió de audaces irresponsables que supieron engañar a multitudes ofreciéndoles el paraíso y ganar así el voto de “los indignados”.
Sin embargo, no obstante que para crear un verdadero estado de derecho no se conoce un sistema político mejor que el democrático, debemos aceptar que la democracia meramente formal también puede dar frutos podridos. Donald Trump es solo uno de ellos, aunque de gravedad superlativa.
Con esas y otras experiencias, en el actual proceso electoral mexicano debemos estar alertas. Muchos son los desafíos. Uno de los mayores se halla en el uso criminal de las modernas redes sociales, provengan sus falacias del exterior (Rusia y Venezuela) o sean producidas aquí.
Mucho hablaremos al respecto en los siguientes meses, por lo pronto vale decir que México no merece quedar atrapado en la falsa disyuntiva: que carretadas de dinero nos mantengan padeciendo MÁS DE LO MISMO o que entreguemos el país a un ególatra sedicioso que encabeza la MAFIA DEL
NO PODER. Ambos resultados serían FRUTOS PODRIDOS DE LA DEMOCRACIA.