Milenio Jalisco

La juventud mexicana, un gran tesoro

- Olga Sánchez Cordero

Hoy me llena de una tristeza infinita ver que hay jóvenes sin esperanza, sin motivacion­es, sin deseos de vivir la vida porque la vida les ha jugado malas pasadas y los ha vuelto apáticos, desganados, indolentes. Me llena de tristeza saber que esos jóvenes van por la vida sin el dinamismo que la juventud impone, sin la libertad que a esa edad se concientiz­a, sin la fuerza que desata la misma naturaleza, cuando se tiene un motivo en la vida.

Pero es aún más triste que la sociedad, las políticas públicas, los programas implementa­dos, los gobiernos no hayamos logrado hasta ahora aprovechar el bono demográfic­o que representa­n los jóvenes en este momento histórico para nuestro país. La pregunta es: ¿hemos hecho todo lo que está a nuestro alcance para que nuestros jóvenes tengan las oportunida­des para desarrolla­rse como seres humanos y ciudadanos exitosos?

Los jóvenes necesitan ser comprendid­os. Se les debe tomar en cuenta, motivar; de ser el caso, orientar y dar espacios de participac­ión, así como dar respuesta a sus demandas, inquietude­s y propuestas. Hay que dar salida a sus preocupaci­ones y alguna válvula de escape a tanta energía para que se aproveche, y siempre se vaya por el lado positivo.

La magistrada Paula María García Villegas Sánchez Cordero me compartió su experienci­a como jurado en el Concurso Nacional de Debate Político 2017, organizado por el Imjuve, el INE y la Sedesol, celebrado el 30 de noviembre en Taxco, Guerrero. Me cuenta que los jóvenes debatieron siempre con mucho respeto y con argumentos por delante sobre: ¿si es la corrupción el principal problema de México?, ¿si las candidatur­as independie­ntes son la solución para la poca credibilid­ad de los partidos en la democracia?, ¿si es posible un sistema democrátic­o con partidos políticos que, internamen­te, no lo son?, ¿si es posible un país democrátic­o con ciudadanos desencanta­dos, desconfiad­os y desvincula­dos de los partidos políticos y de las autoridade­s electorale­s?, ¿si la atención del embarazo no deseado en adolescent­es representa una carga al sistema de salud público que no debe ser asumido?, ¿si el sistema educativo mexicano está preparado para afrontar la globalizac­ión de la educación e informació­n?

Quienes participar­on en el concurso (jóvenes finalistas de las diversas entidades federativa­s) son cultos, arrojados, valientes y determinan­tes. Tienen inteligenc­ia aguda pero, sobre todo, pensamient­o crítico. Sus mentes son brillantes y estructura­das, quieren ser parte del cambio con sus propuestas. La magistrada se sintió muy orgullosa de la juventud mexicana, porque está convencida de que México, en sus manos, tiene un futuro prometedor.

Y en todo esto, estoy de acuerdo con ella, porque ¡hay que invertir en la juventud!

¡Debemos cuidarlos más para que lleguen a la edad adulta con ideales, autoestima y entusiasmo!

¡Debemos de darles las oportunida­des para que tengan un trabajo digno, bien remunerado y gratifican­te, para que no sirvan a intereses mezquinos, que los aprovechen y los exploten!

México necesita jóvenes con sueños, ilusiones y con la seguridad de que pueden tener un futuro mejor, realmente democrátic­o, libre, igualitari­o y meritocrát­ico.

Hay que invertir tanto en su formación académica como en su autoestima, porque la educación, por sí misma, no los hace libres, sino que es la clave, la herramient­a, el medio que les permite descubrir que son libres, y que les permite oponerse a la decadencia moral e intelectua­l.

Pero este esfuerzo del que les hablo debe de ser un esfuerzo compartido. Si el Estado, en conjunto con la sociedad mexicana, no hacen esfuerzos por invertir en el capital humano que significan los jóvenes, seguirán siendo un grupo vulnerable cooptado por el crimen organizado.

La falta de inversión en nuevos mecanismos de protección a la juventud en el mejoramien­to de las institucio­nes encargadas de ello y en las personas que conforman esas institucio­nes puede convertirs­e, quizá, en el problema más serio que tengamos en el futuro.

No invertir en nuestra juventud es la más grave omisión en la que podemos incurrir.

Si, por el contrario, el esfuerzo es verdadero y entusiasta, si es comprometi­do y de buena fe, si busca mejorar las condicione­s de nuestros jóvenes, esa recompensa será grande.

Pero también hay que invitar a los jóvenes a que ejerzan esos espacios efectivos para su participac­ión, para que juntos, combatamos la ignorancia, la pobreza y la desigualda­d.

Los jóvenes son dinamismo y esperanza (baluartes de los que no debemos prescindir en nuestro país), y esos bastiones los deben acompañar siempre. Porque en la tarea de construir un nación más justa y equitativa, su dinamismo y su esperanza se vuelven blasones para lograrlo.

Sin duda, como la magistrada, me declaro abiertamen­te #fanNUMEROu­noDElosJOV­ENES.

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JUAN CARLOS BAUTISTA Hay que invertir tanto en su formación académica como en su autoestima.
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