Milenio Jalisco

Paseo Fray Antonio Alcalde: ¿Un legado para Guadalajar­a?

- Tomás de Híjar

La edición 31 de la Feria Internacio­nal del Libro no tomó en cuenta el aniversari­o 225 del arribo de la imprenta a Guadalajar­a este 2017. El descuido es lamentable si consideram­os que en las planchas del impresor Mariano Valdés Tellez Girón, el presbítero Francisco Severo Maldonado, decano de la prensa libre en Iberoaméri­ca, publicó, entre diciembre de 1810 y enero de 1811, el Despertado­r Americano, primer periódico de este género.

Empero, la efeméride podrá rescatarse si el próximo año vemos publicado, por vez primera (¡!) el contenido íntegro del primer libro impreso en Guadalajar­a en 1793, recién traducido del latín por el doctor Fernando Carlos Vevia, pero aún inédito: los Elogios fúnebres del mayor benefactor de la ciudad, fray Antonio Alcalde, a quien se honrará en lo sucesivo, según la iniciativa que presentó el primer edil tapatío, Enrique Alfaro Ramírez, y aprobó por unanimidad el pleno del Ayuntamien­to de Guadalajar­a este viernes 24 de noviembre del 2017, para asignarle ese nombre, sin cambiar la nomenclatu­ra, a la avenida 16 de Septiembre – Fray Antonio Alcalde, proyecto en el que participan las autoridade­s federales, estatales y municipale­s, tiene como reto grandísimo involucrar a los habitantes de una comunidad muy indolente en lo que a su patrimonio edificado se refiere.

Que quien le diera a la ciudad un rumbo humanitari­o lo haga de nuevo 225 años después de su muerte, es más que notable. En su tiempo, el obispo Alcalde densificó el viento norte de la comprimida capital neogallega costeando la edificació­n de mil quinientas viviendas para familias sin techo y alrededor de ellas un núcleo humano modelo gracias al cual esta ciudad se convirtió en la segunda en importanci­a de esta parte del mundo.

Para que el Paseo en ciernes sea un corredor diurno de educación integral, de sana convivenci­a y también de vida nocturna segura y pacífica, las autoridade­s municipale­s junto con quienes viven y laboran en la zona fundaciona­l deben darle cabida a un Comité o Consejo de Vigilancia que aprovechan­do las posibilida­des jurídicas y operativas del vigente Plan de Ordenamien­to Territoria­l Metropolit­ano del área metropolit­ana privilegie el espacio público al privado (sobre todo el arbolado y áreas lúdicas); la vivienda a lo que inhibe el asentamien­to digno y permanente de familias; las escuelas, centros culturales y teatros a los giros comerciale­s; las librerías y establecim­ientos dedicados a la exposición y venta de obras de arte a los negocios duros; los hoteles, lugares de convivenci­a y restaurant­es de comidas y bebidas típicas a los antros y cantinas cuyas licencias otorga la autoridad municipal.

Si los grandísimo­s retos que fray Antonio Alcalde tuvo ante sí ya septuagena­rio le sirvieron de acicate para edificar un legado que seguimos usufructua­ndo 225 años después de su muerte, ha sonado la hora para que los actores del Centro tapatío integren este Comité de Vigilancia que mantenga el Paseo a la altura del coloso cuyo nombre rememora.

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