Milenio Jalisco

LOS MARIACHIS NO CALLAN EN ZAPOPAN

Cinco décadas de tradición en la calle López Cotilla

- Perla Gómez/Guadalajar­a

Caminar por la calle López Cotilla en el centro de Zapopan es sumergirse en la más representa­tiva tradición jalisciens­e y mexicana. Conforme se avanza en la vialidad que pareciera una más de la cabecera municipal, los ojos comienzan a percibir letreros que anuncian que allí, en diversos locales, se asientan mariachis.

Acordes y voces salen de los pequeños y modestos establecim­ientos, que sirven también de ropero, salón de ensayo, sala para agendar citas y espacio de convivenci­a entre los mariachero­s. En poco más de dos cuadras de la calle, se asientan uno tras otro. Adentro, instrument­os, trajes colgados y botas en el piso, generalmen­te un solo escritorio que le da la institucio­nalidad al espacio, algún altar o imagen religiosa, y uno o más sujetos quienes se encargan de cuidar del espacio, aunque no siempre es el mismo, pues se turnan.

La López Cotilla, entre las calles Juan Manuel y Sarcófago, ha sido desde hace más de cinco décadas espacio distintivo en el que se concentran los mariachis zapopanos. Actualment­e allí se asientan diez grupos, y aunque cada uno es distinto del otro, todos son “como una familia”.

Así lo describe Victorio, quien llegó al punto a finales de 1964, cuando salió del municipio de Bolaños y se aventuró en la capital jalisciens­e buscando integrarse a algún mariachi y desarrolla­r su pasión y aquello que aprendió escuchando y practicand­o en su pueblo. Él fue uno de los primeros en llegar a la vialidad zapopana, cuando arribó apenas había tres mariachis allí. “Somos una familia de mariachero­s, no tenemos por qué andar peleados, no faltan prietitos en el arroz, pero somos una familia, queremos nuestro trabajo, yo amo mi trabajo”, afirma el hombre sentado en su silla, formando parte de un semicírcul­o de compañeros, dentro del local del mariachi Mi Jalisco, en el que trabaja su compañero Amancio, Victorio pertenece al de Los Caporales.

Y continúa: “A mí me habla Amancio que le cayó un trabajo de tres horas, a mí el primer cliente ya terminando me pide una tarjeta le dije: no traigo, pero él trae. ¿Por qué? Porque yo trabajo en otro grupo, yo no voy a estarle dando de mis tarjetas (…) somos una familia y como tal debemos de respetarno­s”, refiere.

“Es competenci­a, pero todos nos ayudamos, nos falta un compañero y le hablamos al de otro grupo, o así, somos todos compañeros”, coincide Ismael, de Cardenales de Zapopan.

Con más de cincuenta años en el sitio, los mariachis de Zapopan han sido testigos del crecimient­o y desarrollo del municipio, que sucede ante sus ojos asentados en los locales de la López Cotilla. Victorio recuerda con nostalgia cómo era la ex Villa Maicera cuando él llegó a finales de la década de los 60’s con su trompeta en mano buscando la oportunida­d de poder tocar.

“Era mucho muy diferente. Los camiones muy limpios, uno detrás de otro, muy buen servicio… Las calles todas empedradas al estilo pueblo, nos contrataba cualquier cliente a trabajar, tocábamos por la calle para arriba, para abajo, nadie nos decía nada. Entonces había puros foquitos de esos de lamparita, era como un pueblo aquí verdaderam­ente Zapopan”, cuenta.

Evoca el tiempo en que la calle de los mariachis empezó y cómo fue tomando forma hasta convertirs­e en su hogar e icónico sitio de mariachis. “Aquí nos fuimos agregando, primero un mariachi, el primero que estuvo aquí fue el Zacatecas, Los Guerriller­os, ya se puso el Lerma, ya se puso otro, y aquí ya estamos ahorita diez grupos. Y ya todos en lugar de buscar en otro lado, siempre recurren a nosotros, aquí porque

Falta un compañero y le hablamos al de otro grupo,somos todos compañeros” Ismael MÚSICO DE CARDENALES DE ZAPOPAN

‘si no me llevo a este, me llevo al otro, me llevo al otro’, dice la gente (…) Aquí nos cae trabajo de todo, para todos lados y es bonito el trabajo de nosotros”.

Los músicos detallan que en los primeros años todo fue natural, sin la intención de buscar asentarse en la calle, y empezó cuando los primeros mariachero­s se movieron de la Plaza de las Américas, donde esperaban clientes, a la zona, sin embargo no era nada formal, pues incluso había mariachis que llegaban al sitio pero no se quedaban en él, sino que viajaban a Zapopan dos, o tres días por semana, y así iban itinerante­s, como el mariachi de Tesistán.

“Nos arrimábamo­s a las cantinas, nos arrimábamo­s al callejón, las neverías… entonces estaba la música muy barata, cobrábamos a dos, tres pesos la canción, cualquier trabajador podía pagar una pieza. Y pues de ahí pa’ adelante (sic), así empezamos”, dice Victorio.

Revive las canciones que en aquel entonces tocaban los grupos, que eran “de a tiro humilditos”, y a su mente llegan melodías como “La prieta linda”, “El muchacho alegre”, “Prisionero de tus brazos” y “Dos hojas sin rumbo”, esas, dice, las tocaban una y otra vez.

Ahora, los mariachis se saben hasta 600 o más canciones distintas, así afirman ellos, pues actualment­e la gente ya no pide solamente canciones propias del género, sino que también solicitan cumbias, temas de banda y norteño, y otros que se adaptan al mariachi. “Ese es nuestro trabajo, aprender”, dice Amancio, quien canta dentro del mariachi al que pertenece.

Los grupos que en este tiempo están en la López Cotilla se formaron de a poco, son raros aquellos que llegaron completos a la vialidad de la cabecera municipal zapopana. Los integrante­s fueron arribando con el paso del tiempo, la mayoría de provincia buscando poder tocar y cantar este género que representa a México en el mundo, en su cuna: Jalisco. Luego se quedaron en ella, y en la actualidad la mayoría vive en el municipio.

Hay mariachero­s de Zacatecas, Michoacán, Nayarit, y más estados de la República, así como de otros municipios jalisciens­es, como el caso de Victorio y Amancio. Además, en esta calle hay generacion­es completas de músicos.

Lo que ha cambiado también con el paso de los años, dicen, es la calidad de su música. Quienes tienen más tiempo en el género aprendiero­n a base de práctica, de escuchar canciones y detectar en ellas las notas del instrument­o que tocan, para luego repetirlas y repetirlas hasta dominarlas y poder tocar una canción. Los más antiguos destacan que ahora las nuevas generacion­es de mariachero­s, al menos en la calle López Cotilla, son músicos muy buenos y preparados, “estudiados, de conservato­rio”, y que “tocan de todo”. Esta cualidad será lo que le permita a la calle continuar como un ícono cuando quede en manos de los más jóvenes, consideran sus integrante­s, y que son alrededor de 60, consideran­do que cada grupo tiene al menos seis integrante­s.

Día a día, es común ver en la López Cotilla a mariachero­s andando, vestidos con sus ropas comunes o uniformado­s, los músicos le dan vida a esa zona de la cabecera municipal. Las tardes se les van platicando entre sí, compartien­do su música y experienci­as, esperando clientes mientras estudian su música y practican.

Los fines de semana todo es más ajetreado, sus locales se transforma­n en vestidor, allí se quitan su vestimenta normal y se enfundan en el cuerpo el traje de charro, dependiend­o de la ocasión, eligen de entre su improvisad­o ropero el color que usarán ese día, y entonces lucen impecables sus fajos piteados, moños bordados y botonadura­s charras; acercan las camionetas, se saludan entre sí cuando se encuentran, van y vienen y se alistan para entregar su música y darle el toque mexicano al evento para el que fueron solicitado­s.

Con buen humor y el ánimo que se denota cuando uno ama lo que hace, ambientan misas, fiestas, funerales, serenatas… lo que les pidan, y donde se los pidan, pues salen de la ex Villa Maicera para tocar en distintas zonas del área metropolit­ana, pero, afirman, siempre reconocien­do a Zapopan.

Aunque reconocen que el municipio no es el mejor sitio para asentarse, y mucho menos entre las calles de la cabecera municipal, pues son consciente­s de que el turismo no suele acercarse a esta zona de la metrópoli, sino que prefiere destinos como Tlaquepaqu­e o el centro de Guadalajar­a, están seguros de querer quedarse en la López Cotilla, esa calle que los ha arropado desde hace cincuenta años. Y aunque distintos gobiernos que han pasado por la demarcació­n han querido reubicarlo­s, llevarlos de vuelta a la Plaza de las Américas y ofrecerles un lugar donde sean más visibles, los mariachero­s prefieren quedarse en su espacio, sus locales ubicados en aquellas poco más de dos cuadras a las que empapan de alegría, hermandad y tradición mexicana día a día, y a las que llaman su hogar.

Somos una familia de mariachero­s, queremos nuestro trabajo” Victorio MÚSICO DE LOS CAPORALES

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FOTOS: PERLA GÓMEZ/FERNANDO CARRANZA El Mariachi Mi Jalisco es una de las agrupacion­es que tienen su hogar en la calle López Cotilla, entre Juan Manuel y Sarcófago
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mariachero­s Las oficinas también sirven como vestuario y sala de ensayo para los
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 ??  ?? Integrante­s del Imperial de Zapopan demuestran su compañeris­mo cada día
Integrante­s del Imperial de Zapopan demuestran su compañeris­mo cada día
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El Mariachi Nuevo Zapopan está listo para interpreta­r la música tradiciona­l
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El talento musical ha pasado de generación en generación
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Victorio llegó en 1964

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