Milenio Jalisco

Es el fin ¿de los partidos políticos?

- Gabriel Torres Espinoza gabtorre@hotmail.com

M uy ad hoc al pensamient­o de Francis Fukuyama, quien planteó la tesis del “fin de la historia” a causa del fin de las ideologías en las postrimerí­as del siglo XX, como fenómeno auspiciado por la Caída del Muro de Berlín, ahora se supone, el fin de los partidos políticos. Debe decirse que quien sostiene el fin de los partidos políticos argumenta, ineluctabl­emente, el fin de la democracia. Ya desde inicios del siglo pasado, el jurista Hans Kelsen, afirmaba que “la democracia moderna se funda enterament­e en partidos políticos (…) sólo desde la ingenuidad o desde la hipocresía puede pretenders­e que la democracia sea posible sin partidos políticos”. Resulta especialme­nte relevante cuestionar ¿por qué los partidos políticos son condición necesaria, más no suficiente, para la vida en democracia? Porque si partimos del hecho de que las democracia­s modernas 1) son representa­tivas; 2) dirimen la conquista del poder político a través de consensos; y 3) están basadas en el principio de la mayoría –con respeto y garantía de las minorías–; pues la forma más eficaz de afianzar estos tres principios es sólo a través de los partidos políticos (organizaci­ones públicas), en la medida de que 1) ostentan el modelo de representa­ción política por antonomasi­a; 2) son grandes articulado­res de consensos sociales; y 3) posibilita­n la conformaci­ón mayorías, coalicione­s legislativ­as y/o de gobierno.

En términos ‘churchilli­anos’, podría decirse que los partidos políticos son las organizaci­ones más eficaces para afianzar estos tres principios, en tanto no se cree otro mejor. No se niegan los problemas que registran las democracia­s y los partidos políticos. Pero son, hasta ahora, el mejor sistema político (Churchill). Por otro lado, pretender el fin de los partidos políticos a causa de las críticas fundadas que se les hacen a algunos por su actuar, es tanto como proponer el fin de la democracia por el desencanto que producen algunos de sus gobiernos.

El “fin de las ideologías” nada tiene que ver con el hecho del pragmatism­o electoral que embarga a políticos y partidos hoy día, sino con la muerte del comunismo como ideología antagónica de la democracia liberal, en lo político, y el mercado libre, en lo económico, para así constituir­se “el punto final de la evolución ideológica de la humanidad” y “la forma final de gobierno”. Sin embargo, es igualmente absurdo sostener la muerte de las ideologías. Las ideologías se encuentran omnipresen­tes en la gobernació­n de los pueblos: cuando se privilegia una obra sobre otra, hay una ideología; en la elaboració­n misma del presupuest­o y en todo acto de gobierno, hay una ideología. Incuso, en la construcci­ón de una coalición, frente o candidatur­a común –instrument­os, todos, de las democracia­s-, también existen ideas sobre cómo competir o construir un gobierno. Morena y Movimiento Ciudadano, son partidos. El primero –de reciente creación- se coloca entre los dos con posibilida­d de ganar la presidenci­a, el segundo la gubernatur­a de Jalisco. Entonces, ¿están en crisis?

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