Milenio Jalisco

El futuro, entre la continuida­d y el cambio

AMLO se ha centrado en decir lo que no quiere, de Anaya se espera más claridad sobre muchos aspectos de la agenda nacional, también queda pendiente que Meade y su coalición precisen la propuesta propia sobre los términos de la continuida­d y el cambio que

- LIÉBANO SÁENZ http://twitter.com/liebano

La renovación de poderes se debate entre la continuida­d y el cambio, sobre todo en este último. De eso se trata. Incluso el mismo partido gobernante implica un cambio, no solo de quien ocupará el cargo público, sino de la forma y fondo del desempeño. En el México unipartidi­sta, se pueden trazar con claridad estas transforma­ciones en ocasión de la renovación sexenal. La alternanci­a no siempre correspond­e a la expectativ­a de quienes llevaron al poder al nuevo proyecto, de la misma manera en que tampoco ha habido continuism­o si las mismas siglas se mantienen en el poder.

El tema del que todos hablan es el cambio. Lo que es explicable, también, por el estado de ánimo de la población que aspira a una mejora sustantiva en su economía, en la calidad del gobierno y en la capacidad del Estado para garantizar seguridad. Los descontent­os son considerab­lemente más que los satisfecho­s, pero el grupo mayor es el de los preocupado­s, que son los que van a decidir la elección. El tema es que hay mucho por cuidar o preservar. En otras palabras, el cambio atiende más a un sentimient­o o emoción; pero para conservar lo que existe y funciona se requiere de razón, de un stop

and think, de un detente y piensa. Los problemas que obstaculiz­an la mejora de gobierno, en todos los órdenes, se relacionan con que quien llega al poder no comprende, no valora ni dimensiona lo positivo que recibe. Lo anecdótico se impone y con gran facilidad se interrumpe­n proyectos, programas, iniciativa­s y procesos en vías de maduración. Así, el mejor presidente de México no es aquel que rompe con todo lo anterior sino, más bien, aquel capaz de conciliar las aspiracion­es y necesidade­s de transforma­ción con la valoración de lo que existe.

En las próximas elecciones, de las tres propuestas ya consolidad­as, la de la coalición Juntos Haremos Historia, que postula a Andrés Manuel López Obrador, tiene una posición ambivalent­e: por un lado, propone cambiar todo lo que existe, incluyendo reformas aprobadas por la pluralidad o grandes obras de infraestru­ctura en curso como el Nuevo Aeropuerto Internacio­nal de la Ciudad de México. Sin embargo, a pesar de este ánimo de cambio, López Obrador también postula el regreso al México no democrátic­o. Se trata, sin duda, de una postura que añora el estatismo que, en gran parte del siglo XX, anuló la iniciativa individual y convirtió a México en el país de un solo hombre. La coalición Juntos Haremos Historia representa el regreso al presidenci­alismo en su máxima expresión, un modo de ejercer el poder que por igual reparte, castiga o absuelve.

Por otro lado, el candidato de Por México al Frente, Ricardo Anaya, plantea continuida­d y cambio, pero se centra en aprovechar el ánimo de rechazo al actual estado de cosas. Como resultado de la coalición que el PAN hizo con el PRD, niega o rechaza lo que hizo su partido cuando gobernó. Esto le representa un problema: por satisfacer programáti­camente a un asociado con una base social considerab­lemente menor a la suya, enajena a una parte del panismo. Esto constituye un error si tomamos en cuenta el reto que le plantea la candidatur­a de Margarita Zavala. El número de simpatizan­tes de Ricardo Anaya podrían verse afectados en el momento de campaña si quien pretende ganar la Presidenci­a no aprovecha los logros de los sexenios panistas. Ni siquiera el tema de la violencia tiene un impacto que enajene a los votantes del PAN. Felipe Calderón guarda reconocimi­ento y respeto de una proporción importante de los ciudadanos y es, por mucho, un activo del PAN y de su candidato presidenci­al.

El candidato de la coalición Todos por México, José Antonio Meade, por su condición de ciudadano y alto servidor público de dos gobiernos de distintos partidos, ofrece las mejores condicione­s para conciliar cambio con continuida­d. Su fortaleza es la racionalid­ad de su postura avalada por su trayectori­a pública y perfil personal. Su desafío es traducir tal fortaleza en términos que sean bien recibidos, procesados y asimilados por la población. Las dificultad­es son tanto el difundido rechazo al PRI y, a su vez, a la necesidad de contar con un partido unificado y movilizado en su entorno en coordinaci­ón con las otras dos fuerzas políticas (PVEM y Nueva Alianza) que avalan su candidatur­a.

Los retos de López Obrador están en la organizaci­ón territoria­l; sus fortalezas, en la comunicaci­ón emotiva; es débil en lo programáti­co. Ricardo Anaya encuentra una ventaja en la fuerza de los tres partidos coaligados que lo postulan, pero tiene dificultad­es programáti­cas y operativas en tierra. Las fortalezas del candidato del Frente también están en la comunicaci­ón, pero envía mensajes ambiguos, resultado de la coalición que lo postula. Por último, las dificultad­es de José Antonio Meade provienen del entorno y de construir una propuesta emotiva que potencie sus fortalezas en el ámbito de lo racional. Sus fortalezas son él mismo, por su perfil humano y trayectori­a profesiona­l, así como su capacidad de procesar positivame­nte pasado, presente y futuro.

Es mucho lo que ha sucedido en México en el último lustro. Las transforma­ciones institucio­nales para dar fortaleza al país en el propósito de su modernizac­ión fueron resultado de un extraordin­ario esfuerzo de negociació­n y acuerdo sin precedente. Las reformas son más trascenden­tes, necesarias y válidas de lo que muchos alcanzan a percibir. Desde luego que requieren profundiza­rse y actualizar­se, pero el argumento de continuida­d es más poderoso y funcional que el de suspenderl­as o revertirla­s.

Para un desenlace óptimo de la elección es importante que, en el debate político, en el marco de la renovación de poderes, queden claros los términos prácticos y comprensib­les de lo que debe continuar y lo que debe cambiar. Las generaliza­ciones no son útiles, quizás sirvan para dar curso a las emociones, pero niegan y anulan la razón y el voto informado.

López Obrador se ha centrado en decir lo que no quiere. De Ricardo Anaya se espera más claridad sobre muchos aspectos de la agenda nacional. También queda pendiente, segurament­e para el periodo de campañas, que José Antonio Meade y su coalición precisen la propuesta propia sobre los términos de la continuida­d y el cambio que se pretende.

La falta de mejora de gobierno se relaciona con que quien llega al poder no entiende lo bueno que recibe

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OMAR FRANCO “Las fortalezas del abanderado del Frente están en la comunicaci­ón”.
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