El tamaño del sobrino de Osiel
La Agencia de Combate a las Drogas (DEA) estadunidense clasifica desde 2016 seis cárteles mexicanos como los más significativos y en su informe 2017 alerta de su expansión en mercados de Nueva Inglaterra y Chicago, asegura que no tienen rival en cuanto al tráfico de estupefacientes con bandas de otras nacionalidades y especifica que la proliferación de opiáceos ya puede medirse como epidemia.
En su clasificación de cárteles figuran el de Sinaloa, del que destaca las capturas de El Chapo Guzmán y Dámaso López
El Licenciado, pero advierte que siguen libres Ismael Zambada El Mayo y Rafael Caro Quintero, y el de Jalisco Nueva Generación, con Abigael González El Cuini, ya detenido, y prófugos Nemesio Oseguera El Mencho y Jorge Luis Mendoza La Garra.
Como tercera banda señala al cártel de Juárez, de cuyos líderes ubica al ya arrestado Jesús Salas El Chuyín y en calidad de buscados a Carlos Arturo Quintana El Ochenta y Julio César Olivas El Sexto, mientras que por El Golfo cita al ya fallecido Juan Manuel Loza El Toro, pero resalta a José Antonio Romo
Don Chucho y, sí, a José Alfredo Cárdenas El Contador, sobrino del ex capo Osiel Cárdenas Guillén, quien por un error de procedimiento de los marinos quedó en libertad el miércoles pasado, un día después de su captura.
De Los Zetas, la DEA ve como mando máximo a Juan Gerardo Treviño El Huevo, pues sus dos compañeros en el liderazgo, Óscar Omar Treviño El Z42 y Juan Francisco Treviño El Kiko, están detenidos, y como jefes del cártel de los Beltrán Leyva destaca a Fausto Isidro Meza El Chapo (por quien el FBI ofrece una recompensa de 5 millones de dólares, aunque tiene un amparo en México) y José Luis Ruelas Torres, además de su cómplice Juan Francisco Patrón, ya muerto.
El informe 2017 de la DEA precisa, sobre el cártel del Golfo, que ha expandido sus operaciones del tráfico de mariguana y cocaína a metanfetaminas y heroína, con influencia en áreas del sur de Texas y centros de distribución en Houston, Detroit y Atlante, con embarques semanales de 100 kilos del polvo blanco.
Ya se imaginará el lector con qué humor habrá dejado a la DEA y su director en funciones, Chuck Rosenberg, la pifia en el debido proceso de los marinos comisionados a detener a uno de los líderes más relevantes del narcotráfico, que orilló a un juez federal a dejarlo en libertad.