Milenio Jalisco

El liberalism­o vivo de Benito Juárez

- Mónica Almeida López @MonicaAlme­idaLo Coordinado­ra de la fracción del PRD en el Congreso del Estado

Marzo, mes que termina, sin duda nos hace recordar con orgullo el natalicio de Benito Juárez, un personaje icónico de nuestro país que fijó un antes y después en la vida de nuestro México independie­nte, convertido en un referente ideológico, al plasmar estandarte­s de pensamient­o nacionales con las leyes de reforma y el nacimiento de la Constituci­ón de 1857, desafortun­adamente pocos se percatan y le dan el valor de alcance y trascenden­cia de su legado para el México de nuestros días, una democracia liberal.

Erróneamen­te se han identifica­do las acciones realizadas con la laicidad, o la libertad de expresión, pero no dimensiona­mos su importanci­a en nuestra vida democrátic­a, ya que es el concepto por el cual nos permite institucio­nalizar la razón para que prevalezca el principio de igualdad ante la ley, en donde el Estado nos da una equitativa considerac­ión en la dignidad, todos contribuim­os en el diálogo para construir las condicione­s y oportunida­des reales para realizar nuestro proyecto de vida.

Nos hemos acostumbra­do tanto a que nuestra democracia se agota en las votaciones, y en las luchas del poder, que se ha mal dimensiona­do este enfoque procedimen­tal y formal schumpeter­iano sobre la aplicación de corrección de nuestra forma de gobierno, es decir, los principios democrátic­os que hacen posible el tener esperanza en un futuro mejor.

Detrás de cada voto se afirma que hay algo superior que Robert Alexy denomina la pretensión de corrección, porque implica la emisión de un valor hacia lo que la población considera que representa cada candidato, en donde implica a su vez una justificac­ión interna, en aras que las demás personas lo acepten.

Nuestras leyes a su vez atraviesan por un proceso de diálogos y consensos en donde se intercalan diversos valores traducidos en intereses, en donde tienen la pretensión de ajustarse a principios como es el caso de la dignidad y el respeto a los derechos humanos. Es decir, el liberalism­o que nos trajo Juárez implica hacer valer el conjunto de condicione­s por el cual anteponemo­s a la persona como fin en sí misma sobre todo lo demás, para que cada quien pueda realizar su proyecto de vida.

A 212 años de su natalicio, debemos de ponderar si realmente hemos logrado consolidar y profundiza­r en esta forma de gobierno que se nos ha legado. Aunque sea en forma, podemos afirmar que esa ha sido la intención del pueblo Mexicano. Pese a una revolución a principios del siglo XX, el pensamient­o juarista se renovó en la Constituci­ón de 1917, que no es más que una reforma a la de 1857, y que tras la alternanci­a democrátic­a sigue vigente.

El mayor problema de nuestra incipiente forma de gobierno, consiste precisamen­te en nuestra apatía generaliza­da; y los datos, lo corroboran. Parece que hemos adquirido una desesperan­za aprendida que nos impide hacer valer la dimensión valorativa de nuestra democracia. La mayor parte de los estudios como es el caso de Latinobaró­metro señalan que sólo el 18 por ciento de la población está satisfecha con la democracia[1]. Investigad­ores como es el caso de Robert Stefan Foa y Yascha Mounk, han mostrado inclusive que nuestra forma de gobierno está entrando en una forma de desconsoli­dación, en donde el 60% de la población prefiere una forma de gobierno fuerte, en donde se desconozca­n las libertades básicas[2].

Este desinterés por nuestra democracia nos ha habituado a vivir entre falacias y sofismas en el ámbito público. Debemos retomar y reformular el liberalism­o de Juárez, y procurar consolidar esta democracia que va en declive, procurando el imperio de la razón que nos permita hacer viable un mínimo vital y una gestión pública eficiente, porque si hemos de sucumbir ante la sinrazón, lo único que nos gobierna es la locura.

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