Putin y Weinstein o técnicas de distracción masiva
o me puedo ofender con quien ya sabía que no había nada que esperar. Indignarme con los comentarios de Putin diciendo que las mujeres que acusaron a Harvey Weinstein no es solo repulsivo y ridículo, sino que es una clara forma de distraer la atención del mundo entero de lo que debe ser el escándalo más grande de todos los tiempos: la confirmada intervención del estatus quo de, no solo Estados Unidos, y su presidente, sino de quien se deje por no darse cuenta de todo por qué ha estado ocurriendo en el mundo virtual.
Una derecha misógina, homofóbica y xenofóbia ha tenido un impulso brutal alrededor del mundo, y aunque países como Francia han dicho que ¡no! en las urnas, este es un fenómeno que, aunado al mal uso de los datos que nosotros felizmente le hemos dado de comer a Facebook, está cambiando el panorama normal.
No importa lo que uno haga, lo que uno defienda, habrá represalias en las redes. En la vida. Esto, poco a poco, se vuelve en nuestra nueva realidad y lo único que nos queda es tratar de reconocerlo y no distraernos cuando nos avientan al ring virtual a instalarnos y pelearnos solo porque no opinamos lo mismo.
Y ahí vuelo al vocero de Putin metiendose al #MeToo de Hollywood generando una innecesaria controversia que muchos gozarán y la tomarán sin importar la razon o el absurdo originen del que proviene esta nueva y cruel vuelta a la discusión. ¡Desestabilizar!
Nosotros, que cubrimos espectáculos, nos encontramos en una posición que podría ser muy cómoda. Reportar, incluso opinar y ya. Pero deberíamos en realidad ser los primeros en darnos cuenta cómo estamos siendo utilizados en tantas ocasiones, ya sea para cambiar el discurso o para atacar a los enemigos de un sistema que no busca nuestro bien.
¿De verdad creen que Putin pasa horas o siquiera minutos pensando en Harvey Weinstein y en lo crueles que hemos sido con el? ¡Por supuesto que no! Pero sin duda le conviene más que estemos discutiendo eso, algo mucho más fácil de entender a escala masiva y que apela a los instintos más repulsivos de muchos, a quienes estemos concentrados en entender qué demonios es Cambridge Analytics, cómo funciona, cómo se puede usar esa información, cómo sus hackers pueden hacer o deshacer a un personaje político según sus conveniencias y cualquier otra cosa que pensábamos que ya habíamos superado con el fin de la guerra fría.
En las guerras, siempre hay grupos de personas que son señaladas como culpables de todo mal, mientras que los que hicieron los señalamientos están bombardeando al mundo.
Quizá hoy las bombas que nos preocupan son otras (aunque no necesariamente), pero sin la menor duda la guerra de la información la estamos viviendo, ha influido en elecciones (solo miren para el norte) y no tienen la intención de parar ahí.
¿De verdad quieren que nos indignemos con el gobierno de Putin por decirles prostitutas a las actrices que tuvieron el valor de denunciar a Weinstein? Ok, hagámoslo. Así como muchos llevamos años enfurecidos por su vitriólica homofobia y crímenes contra los gays.
Pero no dejemos que esas terribles provocaciones nos distraigan. Y se lo digo a mis compañeros que cubrimos esta fuente. Insisto, es un titular muy atractivo para enojarnos y discutir. Pero no es en lo que deberíamos estar fijándonos en estos momentos si hablamos de Rusia. O de la información que regalamos (y me incluyo) con singular alegría sin entender los términos de privacidad. Y aunque los entendamos, sin saber que hace años una aplicación no solo tomó toda nuestra vida para el uso de gente cómo está y equivalentes, sino de todos los que eran nuestros amigos también.
Es otro mundo. No nos distraigamos, por favor.