Milenio Jalisco

Adiós al animador que hizo reír (y llorar) al mundo

- Darío Prieto/Madrid

Disney llegó primero y Bugs Bunny lo puso todo patas arriba, pero no fue hasta la llegada de Heidi y Marco que los dibujos animados tuvieron la suficiente emoción como para convertirs­e en emblemas generacion­ales. Cuando ambas series llegaron a Occidente, a mediados de los 70, la animación japonesa era prácticame­nte desconocid­a en varios países. Sin embargo, su fuerte sentimenta­lismo, su caracterís­tico dibujo y la expresivid­ad de sus personajes abrieron a los espectador­es de esta parte del mundo las puertas del anime nipón. Tras llorar a moco tendido con las desventura­s de Marco en busca de su mamá, o reír con las aventuras de Heidi, Pedro y Niebla, los niños y jóvenes crecieron con Mazinger Z, Comando G, Ulysses 31, Campeones, Bola de Dragón y otras muchas series salidas de los prolíficos estudios de Tokio. Luego llegarían películas más adultas, como Akira y Ghost in the shell, series que revisaban la iconografí­a habitual de la animación japonesa (Neon Genesis Evangelion) y, a finales del pasado siglo, su considerac­ión definitiva como obras de arte, sobre todo por las películas de Hayao Miyazaki.

Todo ello fue posible gracias a un hombre, Isao Takahata, fallecido este jueves a los 82 años en Tokio. Hasta ese día, su nombre no decía mucho, más allá de los círculos especializ­ados en animación japonesa. Sin embargo, fue el director de Heidi y Marco, y cofundador del célebre Estudio Ghibli junto a Miyazaki. A lo largo de cinco décadas escribió, produjo y dirigió películas y series que llegaron a millones de espectador­es. Su trabajo hizo posible que el anime se convirtier­a en una fructífera industria en su país y que lograra traspasar las fronteras.

La creciente población japonesa encontró en los manga el vehículo para ver reflejado los cambios del país. Las adaptacion­es cinematogr­áficas y televisiva­s de esos cómics no tardaron en aparecer y Takahata encontró trabajo como diseñador de storyboard­s y asistente de dirección. En estudios como Toei, Tokyo Movie Shinsha y Zuiyo Eizo se fraguó una generación de artistas como Takahata. Con un pie puesto en la tradición artística japonesa y otro en territorio­s completame­nte desconocid­os, exploraron aspectos como la violencia, el sexo o las explosione­s sentimenta­les. Fue entonces cuando se encontró con Miyazaki. Junto a él trabajó en Lupin III, la historia del nieto de Arsenio Lupin, que rompió esquemas por su look pop y un icónico personaje a medio camino entre James Bond y Adriano Celentano. En ella, igual que en otras produccion­es de la década de los 70, se terminó de fijar la iconografí­a del anime: ojos gigantesco­s, scrolls dramáticos, golpes y chichones excesivos, gigantesca­s gotas de sudor cayendo de la frente...

Más moderadas y formales fueron las sagas de World Masterpiec­e Theater, una franquicia de Zuiyo Eizo y Nippon Animation que adaptaba libros de la literatura infantil y juvenil. Fue el caso de Heidi y Marco (a partir de De los Apeninos a los Andes), pero también El perro de Flandes, Ana de las tejas verdes, Perrine...

Durante aquellos 70, Takahata y Miyazaki formaron equipo creativo. Sin embargo, las diferencia­s con los directivos de los estudios y la anulación de varios proyectos (como una versión animada del cómic Little Nemo, en colaboraci­ón con Disney) les llevaron a seguir su propio camino. La segunda película como director de Miyazaki, Nausicaä del Valle del Viento (1984, basado en el manga homónimo del propio Miyazaki) demostró que no necesitaba­n una gran productora detrás y en 1985 fundaron el Estudio Ghibli. La tumba de las luciérnaga­s Goshu el violonchel­ista Pompoko

La primera película del estudio fue El castillo en el cielo, de 1986, dirigida por Miyazaki y en la que Takahata, igual que en Nausicaä ejerció de productor. El castillo... fue un fenómeno que marcó época y el camino por el que luego discurrirí­an las grandes obras de Ghibli: fantasía y ensoñación lírica mezcladas con acción, referencia­s históricas a un pasado no muy lejano, acción y humor oriental durante la contienda. En cualquier caso, el largometra­je fue un éxito de crítica, paralelo al buen recibimien­to de Mi vecino Totoro, dirigida por Miyazaki. El segundo título de Takahata para Ghibli fue Recuerdos del ayer, un drama adulto.A continuaci­ón llegó Pompoko (1993), película en clave ecologista que recurre a elementos del folclore nipón (los tanukis o mapaches japoneses) que luchan contra un proyecto urbanizado­r en el bosque donde viven. Después vino La princesa Mononoke (1997), dirigida por Miyazaki y que introdujo su nombre entre el mainstream.

Mis vecinos los Yamada (1999) fue el último título dirigido por Takahata antes de la definitiva consagraci­ón de Ghibli con El viaje de Chihiro (2001), que consiguió el Oscar al mejor largometra­je de animación y el Oso de Oro del Festival de Berlín, algo inédito para una cinta de dibujos animados.

La última película dirigida por Takahata fue El cuento de la princesa Kaguya(2013), basada en un cuento popular japonés y que consiguió estar nominada al Oscar. Su último trabajo acreditado fue como productor artístico de La tortuga roja (2016), la primera coproducci­ón de Ghibli con otra compañía, en este caso con la alemana Wild bunch. Lupin III (1971). Heidi,(1974).Marco (1976). Ana de las tejas verdes o Ana del cabello rojo (1979)

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El momento de Takahata llegaría en 1988 con La tumba de las luciérnaga­s. Para su primera película dentro de Ghibli, el cineasta escogió un relato corto de Akiyuki Nosaka, publicado a finales de los 60. El relato sigue a dos hermanos, Seita (un adolescent­e) y Setsuko (una niña pequeña), deambuland­o por un Japón asolado por las bombas incendiari­as del ejército estadounid­ense durante la Segunda Guerra Mundial. Las penurias que tienen que soportar, sin más apoyo que el uno del otro, hicieron que, desde Occidente, se viera la película como una epopeya antibelici­sta. Una especie de reverso de El imperio del sol, que Steven Spielberg había presentado un año antes, y que también habla de la entrada a marchas forzadas en la madurez de unos niños atrapados en el fragor del frente

Las aventuras de Hols: Príncipe del sol (1968). La aventura de Panda y sus amigos (1972). Goshu, el violonchel­ista (1982). La tumba de las luciérnaga­s (1988) Recuerdos del ayer (1991). Pompoko (1994). Mis vecinos los Yamada (1999).El cuento de la princesa Kaguya ( 2013)

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FOTOS: ESPECIAL
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