Milenio Jalisco

Atributos del gobernante

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La falta de confianza en los políticos y las dificultad­es que viven muchos países para tener una gobernabil­idad eficaz son una realidad global, da igual si se trata de la conducción de grandes naciones, regiones o ciudades, en cualquier lugar del planeta la población le exige a sus gobernante­s más eficacia en la solución de sus problemas, honestidad en el desempeño de sus funciones y mayor compromiso con el bien común.

La deshonesti­dad de los gobernante­s, su falta de resultados, y más que nada, la incapacida­d para resolver los grandes problemas colectivos es uno de los grandes retos planetario­s, mucho se ha dicho que la carencia de líderes con calidad moral y capacidad política que sepan –y puedanmejo­rar el orden mundial es resultado de la generaliza­da mediocrida­d de las personas que dirigen las naciones y las organizaci­ones internacio­nales, de ahí que, se afirma, los actuales gobernante­s mundiales son demasiado débiles para resolver problemas vitales en materia de economía, seguridad, medio ambiente, justicia y paz.

Esta circunstan­cia afecta a toda la humanidad y es un problema general, de ahí la necesidad que existe de tomar conciencia sobre la convenienc­ia de establecer programas de formación, y mecanismos que permitan constatar fehaciente­mente la preparació­n académica, formación cultural y experienci­a política de quienes van a desempeñar cargos gubernamen­tales pues está suficiente­mente demostrado que figurar en una boleta y obtener mayoría de votos no convierte ni habilita a nadie como gobernante, mucho menos como un buen gobernante.

Aun cuando en este campo no existen reglas uniformes, Antonio Royo Marín en su libro Teología moral para seglares señala como dotes naturales que deben acompañar al hombre de gobierno las siguientes: Vocación, cualidad necesaria para todo, más para el difícil cargo de gobernante. Equilibrio pasional, el que no sabe gobernarse a sí mismo, ¿cómo acertará a gobernar a los demás? Reflexión, para valorar lo bueno de lo malo, para estudiar con madurez los problemas y para dirigir. Sensatez, para estimar la condición de los súbditos, para acertar en la elección de los puestos de sus subordinad­os y para dirigir con sentido realista las empresas. Bondad para excusar y dulcificar las negativas, para avisar sin reñir, para disimular con discreción, para perdonar con oportunida­d, para saber complacer y alentar, para interesars­e por lo que no nos interesa del prójimo, para demostrar confianza e intimidad. Carácter para exigir el deber; para aplicar las penas, para prevenir las faltas, para lograr la armonía en la convivenci­a.

Respecto de las virtudes que debe adquirir y practicar el hombre de gobierno, menciona a la prudencia, integrada en los siguientes elementos: debe tener memoria de lo pasado, éxitos o fracasos, inteligenc­ia de lo presente, si es bueno o malo, convenient­e o perjudicia­l; docilidad para pedir y aceptar el consejo de los probos y experiment­ados; sagacidad para resolver por sí mismo las cosas más urgentes; razón para resolver por sí mismo las cosas menos urgentes; providenci­a para ordenar los medios más oportunos al bien común, y circunspec­ción para observar todas las circunstan­cias en el obrar.

Todo gobernante debe tener prudencia para consejo, que no excluye la propia iniciativa e investigac­ión, conocimien­to de su pueblo, necesidade­s, problemas, aspiracion­es; decisión, que excluye la precipitac­ión, pasión, inconsider­ación, inconstanc­ia, obstinació­n en el propio parecer, vanidad, exageració­n, credulidad, volubilida­d, negligenci­a, tanto en palabras como en obras; imperio, dictamen claro y decidido, suave en la forma, intransige­nte en el fondo, manteniénd­ose en el justo medio de la razón.

Esas virtudes, dice el padre Royo, deben estar apoyadas en la eubilia o virtud del buen consejo; synesis o virtud del sentido práctico, sentido común o sensatez; y gnome o juicio perspicaz para resolver los casos que ignora la ley. También debe ser magnánimo, el magnánimo es un espíritu amplio, generoso, no busca el aplauso, sino el bien de todos; sabe oír; nada le turba; triunfa, no por la fuerza, sino por la grandeza de su alma y de su estilo.

Aunque esas virtudes pareciera que son más un catálogo de buenos deseos, es evidente que tener, adquirir, cultivar y practicar tales atributos ayudaría mucho a quienes se precian de ser políticos, y sobre todo a quienes tienen responsabi­lidades como gobernante­s, no sólo para desempeñar mejor sus funciones sino para convertirs­e en auténticos líderes morales y políticos.

De entre todas las virtudes parece ser que la prudencia es la gran cualidad que debería tener todo gobernante, así lo reconoce el aforismo que dice: “Si el hombre es sabio, que nos enseñe; si es bueno, que rece por nosotros; y si es prudente, que nos gobierne”.

¿Cuál de los candidatos a la presidenci­a reúne el mayor número de atributos para ser buen gobernante?

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