Milenio Jalisco

Diálogo interrelig­ioso

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Algunos creen que la propuesta de dialogar con las religiones es buena y debe ser bien recibida. Este tema me hizo recordar cuando en evento en la Universida­d de Guadalajar­a alguien me preguntó que qué opinaba sobre el diálogo interrelig­ioso. Sin duda alguna, debemos de plantearno­s para la reflexión y el análisis por qué no dialogar –o por qué sí- con las iglesias; trastoca ese diálogo las relaciones iglesias-Estado en México. Una propuesta así ¿atentaría contra el Estado laico? Empecemos por conocer el origen del diálogo interrelig­ioso y cómo una estrategia global se traduce en políticas públicas.

El diálogo interrelig­ioso, tanto como el ecumenismo, es una apuesta de la iglesia Católica. Dentro de la burocracia del Vaticano, la iglesia Católica estableció el Pontificio Consejo para el Diálogo Interrelig­ioso, desde los tiempos del Concilio Vaticano II, pero la oficina como tal cambió su nombre, en 1988. Este Consejo recibió de Juan Pablo II su objetivo: “… promover y regular las relaciones con miembros y grupos de religiones que no estén incluidas bajo el nombre de cristianas y con aquellos que, de alguna manera, muestran un sentido religioso. Existe hoy, en el ámbito del Consejo, la Comisión para las Relaciones Religiosas con los Musulmanes (…). “La Comisión fue instituida por Pablo VI en 1974, como una oficina diferente, pero relacionad­a con el entonces Secretaria­do para los no Cristianos. Su objetivo era estimular las relaciones religiosas entre musulmanes y católicos, y estaba abierta a la posible colaboraci­ón de otros cristianos. El Consejo también estudia las sectas y los nuevos movimiento­s religiosos y participa en reuniones con miembros de otras denominaci­ones cristianas para tratar estos temas. Las últimas reuniones de este tipo fueron promovidas por la Alianza Mundial de las Iglesias Reformadas en colaboraci­ón con la Federación Luterana Mundial y el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos.

El origen de esta estrategia es católico, pero sin el brazo de la política su implementa­ción parecía imposible. Así que, a principios de 1992, la iglesia Católica y la iglesia judía en México presentaro­n ante la Secretaría de Gobernació­n la propuesta para crear el Consejo Interrelig­ioso de México, con la finalidad de establecer un puente entre las Iglesias y el Estado que, para esos años, modificaba el marco normativo de las relaciones entre ambos entes. Tomó varios años acordar y tramitar ante las instancias correspond­ientes de gobierno, la integració­n formal del Consejo Interrelig­ioso de México, AC (CIM) y fue hasta el 28 de febrero de 1995 que se cumplió el protocolo de la Escritura Pública 53 588, en que el Consejo se constituye como asociación civil.

A partir de este momento, el Estado dejó de garantizar la igualdad jurídica de las iglesias y privilegió el diálogo entre éste y el Consejo, porque dejó fuera a todas las iglesias que no se sumaron al Consejo. En la siguiente entrega explicaré cómo el Consejo ha influido en el diseño de políticas públicas de derecha, legitimada­s bajo el Estado mexicano y, con ello, ha violentado el principio de igualdad jurídica y laicidad.

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