¿Qué esperar del debate? Nada. Permítame explicarle.
La percepción que tenemos de la realidad siempre está determinada por nuestras convicciones previas. Siempre. Nada de lo que vemos escapa al filtro de lo que sabemos y de lo que sentimos. Esto quiere decir que los simpatizantes de un candidato, independientemente de la actuación de su candidato en el debate, verán confirmada su simpatía. Quienes están convencidos en votar por López Obrador, observarán que su candidato con profunda astucia logra responder a las preguntas insidiosas del moderador, a quien probablemente percibirán como un representante de la “mafia en el poder”.
Quienes encuentran “insoportable” a López Obrador, entre ellos mi tía Marianita, confirmarán que es un sujeto mentiroso, que juega con las esperanzas de la gente, prometiendo un futuro que no podrá cumplir (“¿3,500 pesos a los ninis de este país por no hacer nada? ¿De dónde va a sacar el dinero?”).
Cada espectador verá y valorará la actuación de su candidato con ideas preformadas y simpatías ya definidas. Ideas y sentimientos ya hechos verán una oportunidad para reafirmarse.
Hace pocas semanas MILENIO Televisión trasmitió una entrevista con López Obrador por un grupo de los mejores columnistas de esta cadena periodística. Sus partidarios no dudaron en calificar a su candidato como “triunfador”. Los tuits señalaban: “Con qué solvencia se manejó AMLO en un ambiente tan hostil como el de MILENIO”, “Trataron de arrinconarlo y no pudieron”, etc. Los periodistas interlocutores fueron calificados en las redes como “los porros de MILENIO”, “cabrones y poco profesionales”. Al director del diario, Carlos Marín, lo calificaron de fascista e histérico. El rostro de quien impulsó este inusual ejercicio democrático se convirtió en un blanco despiadado de los memes con factura lopezobradorista. Uno lo colocó junto a un temible perro enseñando unos dientes.
Sin duda, parte del éxito electoral de López Obrador resulta de la identificación de un grupo de electores que no necesariamente tiene que ver con el hartazgo de la corrupción. En algún rincón de nuestra alma guardamos un resentimiento ante el poderoso, aquel que nos humilló o simplemente no nos tomó en serio (piense en el director de la oficina). El discurso de una “mafia del poder” y la constante victimización que el candidato hace de sí mismo dinamiza mecanismos de identificación, deseo de reivindicación y revancha. Ante la cantidad de resentimientos que se acumulan en la dura vida social, el discurso de López Obrador se vuelve un detonador para cualquier resentido.
Pero no sólo la percepción de las figuras de los candidatos está ya seriamente predeterminada por las simpatías de los seguidores, también la mayoría de los electores que ya han decidido su voto escucharán lo que quieren escuchar.
En la entrevista a MILENIO López Obrador afirmó: “Le tengo mucha desconfianza a todo lo que llaman sociedad civil o iniciativas independientes. El problema es que se ha simulado demasiado con lo de la sociedad civil”. En otros contextos esta frase hubiera sido suficiente para cuestionar a un candidato a la presidencia. La sociedad civil organizada es un elemento sustancial de las democracias modernas. Si la relación entre el gobierno y la sociedad civil es positiva, las sociedades avanzan. Pero, a nadie le importó lo dicho, para muchos la entrevista era solamente una pelea que debería arrojar ganadores y perdedores.
Otra razón por la que no podemos esperar gran cosa del debate es el conocimiento que tenemos ya de los candidatos y la escasa posibilidad de que se revelen con otro carácter. Anaya actuará como Anaya, Meade como Meade y López Obrador como López Obrador. Nadie pude esperar que un tecnócrata se convierta de la noche a la mañana en un político con un discurso que despierte las pasiones de las masas, ni tampoco que “ya sabes quién” deje de atacar a la “mafia en el poder”.
Tal vez, el único factor sorpresa sea El Bronco. Es el candidato menos conocido y se expresa de una manera franca y directa, capaz de despertar el interés de quien lo escucha. Además, no tiene nada que perder.
Probablemente con el debate las preferencias electorales se muevan un 2%, pero sólo como resultado de la inclusión de indecisos que decidirán su voto.
Según la Revista Forbes, de cara al primer debate entre los candidatos presidenciales a realizarse el próximo domingo, 50% de los ciudadanos tiene mucho o algo de interés en verlo mientras 46.5% tiene poco o nada de interés. Los simpatizantes de Meade son los más interesados en el debate, ya que 73.2% respondió “mucho” o “algo”. Este escaso interés reafirma la hipótesis de que no pasará nada importante.
Además, un debate es siempre entre dos y lo que veremos es una entrevista entre tres periodistas y cinco candidatos (con tanta gente parecerá posada).
Pero, entonces ¿ya todo está decidido? Los libros de texto de ciencia política refieren que los resultados son determinados por cuatro factores: el candidato, el partido, la campaña y la coyuntura. Ésta última es la que es difícil de determinar, pues comprende factores impredecibles. Bajo esta premisa, en política todo puede pasar.
Probablemente con el debate las preferencias electorales se muevan un 2 por ciento.