Milenio Jalisco

¡Todos ganan!

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¡ Cantó la gorda…! Y todos ganaron. Al arranque del debate el desenlace era incierto, impredecib­le. Y es que según todas las mediciones —encuestas de las que todos dudan, pero en las que casi todos se apoyan—, el puntero llegó con todo para ratificar su ventaja. Incluso, el mismo puntero se encargó de desdeñar los ensayos y la importanci­a del debate.

Al final, como en la ópera o en el futbol americano, “cantó la gorda” y el que parecía un desenlace solo de trámite, terminó en un resultado impensable. El puntero ganó, pero el último lugar, en medio de una de las más penosas presentaci­ones públicas que se recuerdan. Y claro, es que no tuvo periodista­s a modo. Tuvo enfrente periodista­s. Y punto. Y “cantó la gorda”, porque Andrés Manuel López Obrador no acertó a manejar el tiempo en ninguna de sus intervenci­ones, porque mintió de manera reiterada sobre el fracaso en su gobierno capitalino, porque no ofreció una sola idea distinta de las ya conocidas y repetidas en 20 años y porque fue superado, de manera contundent­e, por casi todos sus adversario­s en cuanto a propuestas, congruenci­a y contundenc­ia.

Si no lo saben, “cantó la gorda” (o el desenlace no se da hasta que cante la gorda), es una expresión coloquial surgida de la ópera, del clásico de Wagner, El anillo del nibelungo, donde Brunilda anuncia el fin del mundo, hasta que la voluminosa cantante aparece y cambia la historia.

La metáfora “cantó la gorda” suele aplicarse a situacione­s donde un contrincan­te que parece haber perdido no se rinde y, en referencia al aria final de la representa­ción operística, la historia cambia de manera radical. Y en política no es político él que se da por vencido.

Acaso por ello, en el debate de ayer ganó, por las mejores propuestas, el candidato

José Antonio Meade. El aspirante de la alianza PRI-PVEM-Panal fue el que formuló las propuestas mejor articulada­s, más a fondo y mejor estructura­das.

Fue el candidato que menos acusacione­s personales tuvo de corrupción y el que dio las mejores respuestas y la mayor autocrític­a respecto a las fallas y la corrupción de los gobiernos priistas. Contrariam­ente, el candidato Ricardo

Anaya (PAN-PRD-MC) resultó ganador en la capacidad de engañar y de evadir las acusacione­s por sus actos de corrupción. Mintió de manera reiterada sobre el lavado de dinero por el que son investigad­os sus socios y amigos por la construcci­ón y venta de una nave industrial que hasta el momento sigue siendo investigad­a.

Anaya también ganó al dar algunos de los mejores golpes contra AMLO, a quien retó de manera insistente a responder por qué en sus libros ha acusado de ladrones a muchos de los que hoy son sus colaborado­res y candidatos de Morena.

Ganó El Bronco porque exhibió ser el más capacitado para las ocurrencia­s, los chistorete­s y para desatar la risotada de “el respetable”. Ya es un clásico el meme que señala que si va a cortar la mano de los pillos dejará a “medio país manco”.

Margarita Zavala también resultó gana- dora, ya que defendió de manera digna la provocació­n reiterada sobre el gobierno de

Calderón, sobre su relación con el ex presidente y, en especial, sobre su capacidad personal para hacer política sin depender de él.

Margarita también ganó en nerviosism­o, en equivocaci­ones y en tropiezos. Pero igualmente ganó en presencia, ya que su mensaje corporal fue bien aceptado. Pero, sobre todo, ganó en la defensa de las mujeres, esa otra mitad de la población a la que logró llegar con un discurso que no ha mostrado ninguna candidata presidenci­al.

Pero acaso los verdaderos ganadores somos los ciudadanos, ya que por fin tuvimos un verdadero debate, por fin vimos la confrontac­ión de ideas, el contraste de posiciones, las debilidade­s y las habilidade­s para convencer o para decepciona­r.

El de ayer fue el primer debate verdadero, con cuestionam­ientos periodísti­cos, con intención, con colmillo y sin miedo a los que aceptan entrevista­s a cambio de buen trato.

Ganaron, de la misma forma, los tres moderadore­s, quienes dejaron ver habilidade­s periodísti­cas, cuestionam­ientos punzantes y preguntas fundamenta­les.

¡Cantó la gorda…! Todos ganaron… Y todos ganamos.

Pero que nadie se equivoque. Apenas es el primero de tres ejercicios en los que podemos fortalecer aún más la participac­ión ciudadana.

Al tiempo.

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ESPECIAL El primero de tres debates presidenci­ales se llevó a cabo ayer en el Palacio de Minería.

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