Seguridad fallida
E l asesinato del sacerdote Juan Miguel Contreras García no sólo estremeció a la comunidad católica tapatía, puso en la picota internacional a México y Jalisco. El arzobispo de Guadalajara, José Francisco Cardenal Robles Ortega, a su vez presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) lo planteó como seguridad fallida: “Debemos pedir a nuestras autoridades que deben reconocer esos esquemas de seguridad que han resultado fallidos” (ver: http:// bit.ly/2HnKPeJ).
El asunto no es aislado ni menor. La sensibilidad al tema de inseguridad en México captó la atención del Vaticano. Su sitio oficial de noticias así contextualizó el hecho: “En el estado de Jalisco, desgarrado por una guerra que también afecta a otras zonas del país, los carteles de la droga de Sinaloa y Nueva Generación compiten por el territorio. En México, sacerdotes, periodistas y activistas de derechos humanos son cada vez más víctimas de ataques de grupos delictivos” (ver: http://bit. ly/2qSGuZB).
El asesinato de periodistas, líderes sociales y sacerdotes va en aumento y muestra el temor, que llega al miedo en algunos sectores y zonas del país. El Centro Católico Multimedial, que dirigen sacerdotes de la Sociedad de San Pablo (Paulinos) en México, un día antes del caso de Contreras García, contabilizaba 22 sacerdotes asesinados en la Administración de Enrique Peña Nieto (ver: http:// bit.ly/2qRR1UV); 41 periodistas asesinados en el mismo periodo a diciembre de 2017 (ver Informe Anual 2017 de Artículo 19 “Democracia simulada: nada que aplaudir” en http://bit.ly/2Hm9ujC).
La inseguridad y violencia ha superado lo patrimonial, lo jurídico; desquebraja lo fundamental: la vida. Por algo la percepción de inseguridad va en aumento. La Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) que el INEGI levanta trimestralmente lo evidencia (ver tabulados básicos: http://bit.ly/2qQE2nn).
En el orden de responsabilidades podemos hacernos dos preguntas: ¿a dónde vamos a parar? y ¿a dónde nos están llevando?; es decir, ¿qué hacemos todos y todas? Y ¿qué hacen quienes tienen la obligación y responsabilidad de generar condiciones y garantizar la seguridad patrimonial, jurídica, personal? Urge parar este tren de miedo, de muerte.
La estrategia fallida es una muestra más de un estado fallido que tiene dos rostros: estructurado y operado para generar pobreza mediante la acumulación de riqueza en pocas manos, y un modelo de seguridad que lo administra. Mientras esto está en la base, nos entretenemos agendando como causa la corrupción, cuando esta es sólo un síntoma.
Pbro. Juan Miguel Contreras García: “Los rescatará de la opresión y la violencia, y la sangre de ellos será preciosa ante sus ojos” (Sal. 72).