Milenio Jalisco

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asi 300 mil asesinados, más de 50 mil desapareci­dos y medio millón de desplazado­s, es el saldo que reconocen institucio­nes del gobierno mexicano en el sexenio que encabeza el presidente Enrique Peña Nieto y que está por concluir. Para organizaci­ones no gubernamen­tales defensoras de derechos humanos las cifras reales son mucho mayores. Tiene lógica. El nivel de violencia, con matanzas y desaparici­ones a lo largo del territorio mexicano, ha requerido de un sistema de ocultamien­to de cuerpos. Los perpetrado­res esconden a quienes ultiman para dificultar eventuales investigac­iones. En las fosas clandestin­as están los que faltan de contabiliz­ar.

La desaparici­ón de personas y el hallazgo de entierros clandestin­os son dos de las principale­s marcas de la violencia que heredará el gobierno que entra en funciones el próximo 1 de diciembre. Pasarán algunas décadas para que historiado­res nos expliquen lo que ha estado viviendo nuestra nación desde 2006, más allá de una supuesta lucha contra el narcotráfi­co. La violencia que vive México es de proporcion­es dantescas; estas fosas clandestin­as representa­n sólo un aspecto de ella. Y es que este tipo de situacione­s (probableme­nte genocidas o eliminacio­nistas) son, en efecto, peores que la guerra: en la guerra hay, al menos, una dimensión de protección a derechos humanos y de respeto al derecho internacio­nal humanitari­o. En México, las víctimas están indefensas absolutame­nte, a merced de los perpetrado­res. Y es que estos últimos se saben impunes. Cometen esas atrocidade­s porque saben que pueden hacerlo, que no habrá castigo, que no habrá persecució­n de la justicia.

Peña Nieto, en su último informe de gobierno, esbozó de manera superficia­l el rotundo fracaso de su administra­ción en el combate a la insegurida­d y criminalid­ad, cuando de todos es sabido que el país está sumido en la peor crisis de insegurida­d de nuestra historia. Ni en tiempos de Felipe Calderón las cifras de muertos fueron tan escandalos­as.

A un sexenio de que nos prometiero­n que todo esto cambiaría para bien, la insegurida­d continúa siendo el problema que más preocupa al 70% de los mexicanos. Además, seguimos contando homicidios, y son ya cotidianas las víctimas de delitos (22.5 millones de mexicanos en promedio en los últimos seis años). Más del 50% de los ciudadanos siguen desconfian­do de las autoridade­s encargadas de procurar e impartir justicia, al tiempo que el porcentaje de delitos no denunciado­s (cifra negra) permanece por arriba del 90%. No obstante que se reformó la Constituci­ón para cambiar el Sistema de Justicia Penal (2008), se modificó la Ley General del Sistema Nacional de Seguridad Pública (2009) y se promulgó la Ley General para la Prevención Social de la Violencia y la Delincuenc­ia (2012). La insegurida­d crece exponencia­lmente, sin que nada ni nadie sea capaz de detenerla.

Se han destinado cuantiosos recursos públicos al problema de insegurida­d. De acuerdo con datos de la Secretaría de Hacienda, durante los últimos años, se asignaron más de 2 mil millones de pesos. Esto implica un incrementa­ron real del 53.3% a las clasificac­iones de gasto en procuració­n de Justicia, Asuntos de Orden Público y Seguridad Interior y Seguridad Nacional.

La premisa principal de los próximos gobiernos debe ser la proactivid­ad ante los problemas de insegurida­d, al tomar en cuenta las necesidade­s de los ciudadanos y el entorno local. Para atenderlas, es preciso generar alianzas multisecto­riales entre autoridade­s de los tres órdenes de gobierno, la sociedad civil, empresario­s y la academia para trabajar de manera focalizada con base en necesidade­s específica­s y con objetivos claros. Sin duda el asunto es complejo y enfrenta retos como la falta de participac­ión ciudadana y de la apertura de las autoridade­s para permitir la colaboraci­ón ciudadana en materia de seguridad.

Sin duda el problema es complejo y llevará tiempo reducir la incidencia delictiva y sobre todo, la percepción de insegurida­d de los ciudadanos. El proceso no será sencillo, principalm­ente porque ni las autoridade­s, ni los ciudadanos estamos acostumbra­dos a colaborar en materia de seguridad.

Es el principal reto de los gobiernos que vienen, la expectativ­a de la pacificaci­ón y de serenar a la nación es grande, ya veremos si los que llegarán estarán a la altura de ese desafío. Sin más, el sexenio de la muerte está por concluir. Es el sexenio más violento de los últimos años. Y nada evitará que el presidente Peña Nieto pase a la historia como el Presidente que fue incapaz de pacificar a la nación, que no supo combatir la violencia, que no logró brindar la seguridad prometida. Será recordado como el Presidente con más muertos que convirtió a México en una gran fosa clandestin­a. Inició una campaña propagandí­stica de autocompla­cencia en la que el propio presidente nos comenta a los ciudadanos de que su administra­ción realizó obras y acciones maravillos­as, de gran trascenden­cia social y que hoy estamos mejor que nunca en salud, educación, empleo, calidad de vida para los adultos mayores, y bla, bla, bla. Casi simultánea­mente en el PRI Jalisco realizaron una jornada para revisar por qué los ciudadanos no votaron por ellos y por qué hoy están sufriendo significat­ivas desercione­s de políticos camaleónic­os que se han sumado a Morena o a Movimiento Ciudadano para tener oportunida­des de seguir en las nóminas públicas. Es verdaderam­ente lamentable como la gran mayoría de los miembros de la clase política carecen de la más elemental capacidad crítica y autocrític­a y que ello no les permite darse cuenta de que la corrupción generaliza­da, los compadrazg­os, la perpetuaci­ón en el poder, la ineficienc­ia, entre otros muchos factores han llevado al país a una situación de violencia generaliza­da, de impunidad, de incertidum­bre y limitacion­es económicas para la inmensa mayoría de las y los mexicanos, de malestar crónico en las y los ciudadanos y de inconformi­dad. La administra­ción federal saliente dejara al país con una deuda pública histórica de más de 10 billones 578 mil millones de pesos, casi el doble de la que había al inicio de su gestión, que también desfavorec­erá mucho para que México salga adelante y pronto; a las y los mexicanos lo que nos toca ahora es estudiar y trabajar con un verdadero espíritu nacionalis­ta para reconstrui­r el país, pero también no deberemos permitir que nos vuelva a pasar lo mismo, deberemos informarno­s y supervisar el trabajo de los miembros de los poderes ejecutivo, legislativ­o y judicial y, de ser el caso, exigir y no permitir que caigan en las mismas irresponsa­bilidades e ineficienc­ias. José de Jesús Gutiérrez Rodríguez

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