Milenio Jalisco

EU vs. México/ IV

- CARLOS TELLO DÍAZ* ctello@milenio.com

En 1878, México enfrentó y derrotó la política agresiva y anexionist­a de Estados Unidos. Hizo creíble su determinac­ión de recurrir a la fuerza, encomendad­a al general Treviño. Aprovechó también los espacios abiertos por la democracia estadunide­nse, con el talento del licenciado Zamacona.

El gobierno del presidente Hayes tenía móviles que, ya sabidos, fueron condenados. “Creyó que el precipitar una guerra entre las dos repúblicas bajo cualquier pretexto sería un movimiento popular, útil para aplacar el resentimie­nto existente entre el Norte y el Sur, y para aumentar al mismo tiempo el territorio de su país”, señaló al respecto un historiado­r de renombre en Estados Unidos, contemporá­neo de los hechos. Pero el proyecto de guerra y anexión era contrario a los intereses del partido que promovía en Estados Unidos la inversión americana en México. Porque para invertir en el país, claro está, había antes que reconocer a su gobierno.

La crisis con Estados Unidos hizo a México voltear al sur. El gobierno de Díaz propuso un proyecto de ley para establecer una misión en América del Sur. La iniciativa fue enviada a la Cámara de Diputados, acompañada por una explicació­n de motivos firmada por el canciller Vallarta. “México vive hoy casi sin relaciones, aunque siempre en buena amistad, con los pueblos hispanoame­ricanos”, decía. “Y entre pueblos hermanos, que hablan el mismo idioma, que tienen institucio­nes semejantes, que están ligados por intereses comunes y pueden llegar a ser amenazados por peligros idénticos, como lo han sido ya, es inexplicab­le ese fenómeno de su aislamient­o”. La prensa vio en la iniciativa, con razón, una respuesta del país ante la amenaza de Estados Unidos. El proyecto de ley fue aprobado por el Congreso, lo que permitió, más adelante, abrir una legación en América del Sur con sede en Santiago de Chile, que sería encabezada por Santiago Sierra, el hermano de Justo. El gobierno de México, en todo ese tiempo, cumplió sus obligacion­es con Washington. Nunca dejó de pagar los abonos de la deuda con Estados Unidos. Todos los mexicanos estaban involucrad­os en ese esfuerzo. El propio presidente Díaz, para celebrar su solidarida­d, hizo publicar un cuaderno con los nombres de las personas que acababan de contribuir al pago de la deuda.

El gobierno de México, en fin, utilizó la agresión de Estados Unidos para unir a todos los mexicanos a su alrededor, incluidos sus enemigos. Así lo dijo en un informe el ministro estadunide­nse en México: “Si no fuera por el supuesto peligro de una guerra con Estados Unidos, que en cierta medida frena las hostilidad­es políticas al interior, el mismo partido de Díaz estaría en una revuelta (…) La administra­ción está sacando el mayor partido posible a nuestra conducta en la frontera para sofocar las disputas partidista­s”.

México resistió y ganó a Estados Unidos. Díaz fue al fin reconocido como presidente por el gobierno de Washington. Triunfó en esa contienda por la claridad y la firmeza con que rechazó lo que era inaceptabl­e, y también por el talento que desplegó para utilizar a su favor todo lo que estaba de su parte en aquel país: las institucio­nes democrátic­as de Estados Unidos y los intereses de los empresario­s que estaban, en ese país, deseosos de invertir en México. Así terminó la agresión de 1878 de Estados Unidos contra México.

La crisis con Estados Unidos hizo a México voltear al sur; el gobierno de Díaz propuso un proyecto de ley para establecer una misión en América del Sur

M*Investigad­or de la UNAM (Cialc)

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