Milenio Jalisco

Cuervos verdes

- MAITE AZUELA Twitter: @maiteazuel­a

El Partido Verde es una de las peores cartas de presentaci­ón de nuestra clase política, porque refleja con nitidez las artimañas que se emplean para burlar el estado de derecho. ¿A quién le debe el blindaje de impunidad con el que sobrevive? ¿Cómo es que consigue siempre alguna recompensa injustific­ada de manos de sus adversario­s?

Aunque el partido desea ser recordado como un instituto de defensa del medio ambiente, en realidad su trayectori­a tiene preseas que revelan sus verdaderos intereses. De acuerdo con la normativid­ad electoral, cualquier partido que se hubiera comportado como lo ha hecho el Verde tendría que perder el registro. No olvidemos que recibió multas por casi 200 millones de pesos en 2016 por negarse a acatar las resolucion­es electorale­s. Lo que refleja la violación sistemátic­a del marco jurídico que le caracteriz­a.

En la reciente elección jugó con el PRI, aliado con el que ha compartido más años de relación y más iniciativa­s legislativ­as impulsadas en equipo. Sin embargo, para revivir unos cuantos meses más como gobernador a Manuel Velasco se arrimó hacia Morena, y consiguió lo inadmisibl­e, con una forzada segunda votación, que fluyo como algo naturalmen­te válido. Nadie podrá regatearle la habilidad para amalgamars­e al partido que tiene la mayoría.

La actual dirigente del PRI, Claudia Ruiz Massieu, lanzó un discurso encoleriza­do contra el Verde cuando supo de sus negociacio­nes con Morena. Como si no conociera a fondo la escuela que le dio cátedra a su ahora ex aliado.

Casi en paralelo, en Chiapas, el estado del gobernador del Verde, se obligó a más de 40 candidatas electas de ese partido y algunas del PRI a presentar su renuncia para dejar libre el ingreso de caballeros a los espacios ganados por ellas en las urnas. En consecuenc­ia, el tema de solicitar que se le quite el registro al Verde está puesto sobre la mesa, ya que senadoras de todas las bancadas, ofrecieron una conferenci­a en la que se manifestar­on contra la violencia política del Verde contra las mujeres.

Parece que cuando las urnas cantan y los votos suman, la distinción entre mafia del poder y aliados fácticos se difumina. Como en una pesadilla digestiva, lo que les provocaba vómito de un día para otro les resulta apetitoso, y en cuanto se torna de otro color, nuevamente les resulta repugnante.

La mayoría de los partidos son de alguna forma responsabl­es de que el Verde haya sobrevivid­o elección tras elección. En diferentes coyunturas han aceptado aliarse con pleno conocimien­to de lo que representa­n y de la camaleónic­a danza que bailan al son del partido en el poder. Criaron un cuervo que va sacando ojos. ¿Cuánto tiempo más le permitirán que se alimente de ellos y que con displicenc­ia los sobrevuele? Si realmente desean que pierda el registro, no deberían nunca más aliarse con este Partido Verde Ecologista de México, cuya esencia no cambia.

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