Concurso de popularidad
La política se ha convertido en un concurso de popularidad en donde lo importante es el carisma y arrastre, no la idea o -mínimo- el plan.
Por ello, el caso de Cuauhtémoc Blanco no sorprende aunque eso -sorprendida- se diga la dirigente de MORENA.
Blanco ganó la gubernatura por el arrastre, enorme, que generó durante su época de crack en la cancha. Él, por sobre todos, era el activo real que cedió Encuentro Social en ese matrimonio por conveniencia con el movimiento de AMLO. No es poca cosa: Morelos es un imán de dinero y corredor para la zona del pacífico más cercana a la capital. No les sorprenda que, entre los planes de López Obrador, la reactivación de Acapulco
Obviamente, el PES consiguió todo lo que quería: gobierno estatal, diputaciones, reflector nacional y una figura de gran carisma a su lado. Bueno, de hecho dos: Andrés Manuel y Cuauhtémoc.
Al final, el Cuau demostró que es dueño de su carta en todos sentidos y, de la mano de su representante -que, como sea, podrá ser insultado pero no le falla a su estrella- decidió manejar el estado como el club de fans que, sin pensarla mucho, le aprobaran sus movimientos.
El arrastre popular de AMLO es sin duda único, pero el presidente electo no debiera pasar por alto que hay estados donde el concurso de popularidad que es la política tiene otros ganadores. Morelos es uno, Jalisco sería otra muestra.
El miércoles, López Obrador y Alfaro volvieron a verse. Las fotografías de ambos son extrañas por decir lo menos. Enrique Alfaro con una sonrisa a medias, como quien ganó una batalla con alguien que, a su lado, se muestra apacible, tal vez contento pero no alegre.
Es normal, acostumbrado al reflector, el presidente electo -a quien el apocope de la cuarta transformación lo persigue y no de buena forma- sabe que Alfaro puede crecer y que no tiene la cercanía que, con todo, tiene con Blanco. No será una relación fácil y menos si alguno de los dos pretende una suma cero. La próxima semana lo veremos más de cerca.
Un apunte más: en la misma situación pero con sus matices se encuentra Aristóteles Sandoval. Carismático y sin el desgaste general de otros gobernadores al final de su mandato, Aristóteles logró una foto donde, de la misma forma que Alfaro, se veía triunfante al lado de AMLO. ¿Cuántos gobernadores salientes pueden darse ese lujo?
Popularidad para la cuarta transformación,
pero del PRI.