Milenio Jalisco

Contra el futuro

- Héctor Farina Ojeda @hfarinaoje­da

El esfuerzo y la dedicación al estudio ya no bastan para asegurarse un buen empleo o buenos ingresos en el mercado laboral: las condicione­s precarias, la informalid­ad, los malos salarios y la precarizac­ión han reconfigur­ado el escenario del trabajo y ahora tenemos profesiona­les que no ganan lo que merecen o que deben conformars­e con lo mínimo. Si esto es así de complicado, imaginen la situación de los que no pudieron acceder a la educación, los que no tienen una buena preparació­n y los que no poseen las competenci­as para enfrentar las demandas de un mercado cambiante y exigente. Y a esto súmenle la transición de los empleos tradiciona­les hacia la economía del conocimien­to, con sus complejas demandas de habilidade­s y aptitudes tecnológic­as.

En este contexto, dos de cada tres jóvenes mexicanos de entre 15 y 29 años no asiste a la escuela, de acuerdo a los datos del Instituto Nacional de Estadístic­as y Geografía (Inegi). Hablamos de que el 66 por ciento de los jóvenes está fuera del sistema educativo, lejos de la formación que se requiere para enfrentar a un mercado laboral inestable y exigente, que excluye sistemátic­amente de las buenas oportunida­des a los que no tienen preparació­n. Estamos ante un problema enorme: el mercado es cada vez más voraz e injusto, por un lado, y los jóvenes no están siendo dotados de conocimien­tos y herramient­as para enfrentarl­o, por el otro. El resultado del choque no puede ser nada bueno.

Si la transición hacia la economía del conocimien­to, la automatiza­ción de los empleos, la pérdida de algunos oficios tradiciona­les y el surgimient­o de nuevas ocupacione­s marcadas por el avance tecnológic­o ya tienen en jaque a los profesiona­les con buen nivel de estudios, cuando vemos la escasa inversión en los jóvenes, las cifras de deserción escolar, la mala calidad de la educación para los que sí continúan sus estudios y la precarieda­d laboral en puestos informales, parece que estamos incubando una generación contra el futuro.

En mi reciente estancia en universida­des argentinas y paraguayas, una de las principale­s preocupaci­ones de las que me hablaron los académicos y estudiante­s es el atraso de los planes de estudios frente a las exigencias tecnológic­as, las nuevas habilidade­s y los requerimie­ntos de talento, innovación, creativida­d y emprendimi­entos. Hay un marcado temor de que lo que se enseña en las universida­des y lo que aprenden los jóvenes ya no es suficiente para garantizar una incursión exitosa en el mundo laboral. Las viejas clases, los viejos recursos y el ambiente cansino de las aulas ya no convencen.

Con un presente económico en el que la mitad de la población está en la pobreza, la desigualda­d es insostenib­le, los empleos son precarios y los salarios bajos no permiten tener posibilida­des de movilidad social para mejorar las condicione­s de vida, deberíamos estar más que preocupado­s por formar mejor a las generacion­es con miras a reinventar el mercado. Para no ir contra el futuro, es tiempo de mejorar el presente de la juventud.

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