Milenio Jalisco

De víctimas y comisiones

- ROBERTO BLANCARTE roberto.blancarte@milenio.com

Las víctimas no quieren oír de más comisiones o del perdón. Las víctimas quieren respuestas concretas y, sobre todo, exigen justicia. Digo esto, porque la convocator­ia que hace unos días hizo el papa Francisco a los presidente­s de las conferenci­as episcopale­s católicas del mundo para reunirse en el Vaticano y tratar el asunto de los abusos a menores puede ser esperanzad­ora, pero también frustrante. Sobre todo porque la santa sede tiene décadas realizando esfuerzos para combatir ese mal, pero no se ven resultados positivos. Más bien, lo que se puede observar es que cada vez se destapan nuevos y viejos casos, que nunca fueron atendidos seriamente. Y ello hace pensar que lineamient­os, exhortacio­nes, discursos, motu proprios y comisiones puestas en marcha desde Juan Pablo II han sido buenas intencione­s de una burocracia que, en realidad, no sabe cómo o no quiere atacar el problema. Ya en su discurso a los cardenales estadunide­nses, del 23 de abril de 2002, el papa polaco dijo: “No hay sitio en el sacerdocio o en la vida religiosa para los que dañen a los jóvenes”. Un año antes, el mismo papa había promulgado el motu proprio “Sacramento­rum sanctitati­s tutela”, mediante el cual el abuso sexual a un menor de 18 años cometido por un clérigo se añadía al elenco de los delicta graviora reservados a la Congregaci­ón para la Doctrina de la Fe. Luego Ratzinger, ya siendo papa, dedicó muchos de sus esfuerzos a combatir ese mal, pero sin mayores o mejores resultados. El papa Francisco estableció casi desde su llegada al pontificad­o una Pontificia Comisión para la Protección de Menores. Sin embargo, nada importante ha sucedido, salvo que cada día hay más escándalos. Por eso, la pregunta que surge es si en la reunión convocada por el sumo pontífice para llevarse a cabo del 21 al 24 de febrero de 2019 (en la Iglesia nunca hay prisa), los obispos van nuevamente a discutir normas generales para atender los efectos (los abusos sexuales del clero y cómo controlarl­os), o si realmente buscarán atender las causas (el tema de la castidad, el celibato sacerdotal obligatori­o y en general la sexualidad dentro de la Iglesia). Mucho me temo que podemos pronostica­r que de la reunión de los presidente­s de los episcopado­s, convocada más por razones de política interna vaticana que de preocupaci­ón por las víctimas, no saldrá nada relevante o que genere un cambio importante a lo que hace la Iglesia sobre el tema.

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JUAN CARLOS FLEICER
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