Chivos expiatorios

Los saqueos a nuestras carteras al mando de Rosario Robles han sido plenamente documentados. Los más recientes desvíos en Sedesol y Sedatu son los colofones de una larga lista de, como diría Bartlett, robos patrióticos; corruptelas, sí, pero en beneficio mayormente de la facción en el poder, para usarse en compra de votos, voluntades y lo que se fuera ofreciendo con el fin de amarrarse a la silla. Quizá por eso Peña Nieto la confortó en 2013 con ese clásico “Rosario, no te preocupes”, que ahora, al señalarla como víctima expiatoria, le hace extensivo AMLO.

Robles no se estrenó ayer. No olvidemos su turbia relación con Carlos Ahumada, y no me refiero a la sentimental: la entonces presidenta del PRD facilitaba que el argentino lubricara las encomiendas de sus compañeros de partido, y no porque su corazón latiera a la izquierda, sino en espera de ser reciprocado con contratos de obra pública. López Obrador era jefe de Gobierno capitalino por el PRD y, entre otros, Bejarano, fresco de la secretaría particular del hoy presidente electo y luego coordinador del PRD ante la Asamblea Le- gislativa; Ponce, el tesorero apostador, y Carlos Imaz, entonces esposo de Claudia Sheinbaum y delegado en Tlalpan, fueron agarrados con las manos en las ligas.

En su defensa AMLO afirmó que ella era solo un peón en el entramado del compló de la mafia en el poder. Reparando en que él es quien hoy está en el poder, procedió a culpar, como es su costumbre, a la prensa: “Sí, porque no se fueron al fondo. Nunca cuestionaron a los responsables, a los jefes del saqueo desde tiempo atrás. Llevan 30 años saqueando el país, y los medios de comunicación calladitos … Nosotros no vamos a perseguir a nadie, no vamos a hacer lo que se hacía anteriormente de que había actos espectaculares, se agarraba a uno, dos, tres, cuatro, a cinco como chivos expiatorios y luego le seguían con la misma corrupción”.

Por lo visto en estas primeras semanas, en la transformación de cuarta ya no va a haber esos hipócritas chivos expiatorios: van a dejar que los suyos roben a sus anchas, sin molestarse en la menor simulación.

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